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Españoles y canarios ante el cambio > Antonio Alarcó

Antes de ser llamado a las altas responsabilidades que hoy desempeña como Ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert escribió un libro cuya lectura recomendamos, titulado Los Españoles ante el cambio. En él, este reconocido sociólogo e intelectual, que prestigia aún más si cabe el equipo de gobierno de Mariano Rajoy, desgrana un interesante diagnóstico de nuestra sociedad.

Familia, salud, bienestar y trabajo siguen siendo los asuntos que más preocupan y se valoran, mientras que la política importa a muy pocos ciudadanos, que, eso sí, consideran a distintas instituciones públicas, cuando no a la clase política, responsables de la actual situación. El estudio sostiene que el Estado de Bienestar del que disfrutamos los españoles, asentado sobre los pilares básicos de Sanidad, Educación, Pensiones y medidas de cohesión social, es uno de los más perfeccionados de la Unión Europea, pero también el más tremendamente estatalista. Nuestro conjunto de prestaciones supera, con mucho, al de la mayor parte de las economías desarrolladas del entorno, lo que ha condicionado la escala de valores del español. Muy especialmente, cuando ese nivel asistencial viene acompañado de otras percepciones ciudadanas respecto al papel de las administraciones públicas. Wert concluye que, en no pocos casos, y en Canarias sobran ejemplos, ha cundido la errónea impresión de que el estado, la comunidad autónoma, el cabildo insular o el ayuntamiento, han de brindar todo. Hasta un empleo.

Es llamativo que en el reciente Debate celebrado en el Parlamento de Canarias, más allá de explicaciones poco afortunadas acerca del petróleo, tanto los diputados del PSOE como de CC dedicaran aplausos al presidente del Gobierno Autonómico cuando afirmó que las medidas de control del déficit eran necesarias, pero que también lo es mantener el complejo entramado en que se ha convertido la administración.

Con este ejemplo desde el Ejecutivo canario, no es de extrañar que vayan surgiendo redes clientelares en el seno de la instituciones insulares, que ocupan un lugar que ha de corresponder a la empresa, al autónomo o a la familia, en definitiva, a la iniciativa privada, verdaderos motores de la economía.

El resultado no puede ser peor. Junto al déficit estructural -fruto de años de pésima gestión de Zapatero-, superior en mucho al 8%, se ha generado una peligrosa tendencia a pensar que la administración ha de resolverlo todo. Mariano Rajoy habrá de explicar, y así lo está haciendo, las decisiones políticas que se tomen, siempre por el bien común.

Ese proteccionismo ya hoy no es asumible. A consecuencia de casi ocho años de zapaterismo -doctrina fabuladora que se caracteriza por la total falta de factores inhibitorios y corte mesiánico, que divisó brotes verdes donde había recesión, y dilapidó recursos públicos a manos llenas, poniendo en peligro incluso el poder adquisitivo de las pensiones-, ahora nos encontramos inmersos en la más profunda crisis, teniendo que asumir medidas de ahorro, más allá del mero ajuste del déficit o el gasto público. Ha de primar, por tanto una cultura de esfuerzo, que diferencie claramente el nivel asistencial y la universalidad de sanidad y educación, de aquello que pretendió el anterior Gobierno de España: no puede haber de todo para todos todo el tiempo. Nuestro sistema se gripa y deviene en insostenible si no lo mimamos, y para ello necesitamos grandes consensos.

Toca reformar nuestro sistema financiero, laboral y tributario, y hacer comprender que nuestros servicios públicos no sólo no son gratuitos, sino que pagamos un altísimo coste por ellos. Aún hay que llevar a cabo operaciones de ajuste del déficit hasta alcanzar los niveles que consentirá Europa, con medidas ante las cuales ya se ha anunciado una huelga general de tintes claramente políticos, azuzada desde sectores del PSOE más irresponsable que se recuerda. Nos da la impresión de que no será la única protesta orquestada que padezca nuestra maltrecha economía. Es preciso afrontar estos cambios con valentía, iniciativa y responsabilidad, conscientes de que trascienden a la propia crisis económica. Se antoja necesaria la implantación de un nuevo modelo económico que derive de una evolución en la mentalidad de todos, con la transformación incluso de nuestros valores. Nada será como hasta ahora, sino muy distinto, y esperamos que mejor. Es preciso que retomemos la senda del ahorro y el propio esfuerzo, que se verá premiado a la larga, cuando de la recuperación de la confianza vuelva el crecimiento, y de las renuncias de hoy resurja una mayor calidad de vida en el mañana.

* Portavoz del Grupo Popular en el Cabildo y senador por la Isla