No he podido quedarme prendado al énfasis del presidente Paulino Rivero al ahorro en la gestión. No, todavía no entiendo cómo “ahorro en la gestión” y “menor disponibilidad económica” pueden transformarse en seudónimos, y dudo que logre comprenderlo, porque loro viejo no aprende sociolectos presidenciales. Al contrario, el reciente Día de las Letras Canarias, dedicado al gran poeta Pedro García Cabrera, ha ahondado mi perplejidad. Verán ustedes.
El susodicho Día de las Letras Canarias es una conmemoración oficial que arrancó en la etapa presidencial de Adán Martín y que tuvo en Viera y Clavijo al primer escritor homenajeado. A mí siempre me ha parecido un atrevimiento, porque dentro de veinte o treinta años se terminará recordando en discursetes y actos oficiales la prosa de Bolorino Armani: nuestra tradición literaria, tan respetable, no puede alimentar de figuras lo bastante egregias unos fastos que duren todo un siglo. El Día de las Letras Canarias, en fin, se reduce a algunos actos protocolarios, sahumerios verbales e iniciativas editoriales envasados en el vacío institucional y desconectado de cualquier otra señal empática en las entidades culturales o en las escuelas, centros de enseñanza secundaria y universidades del Archipiélago. ¿Se contó siquiera con la Fundación Pedro García Cabrera? Y a pesar de esta insignificancia autorreferencial, que se consume en apenas veinticuatro horas y apenas consigue algunos fugaces titulares y fotos en la prensa local, el Día de las Letras Canarias ha contado con un presupuesto aproximado de 80.000 euros en la presente edición.
Esos 80.000 euros pueden ser considerados una cantidad relativamente modesta. Pero en la presente situación agónica de la actividad cultural del país los 80.000 euros de marras son un pequeño y reluciente potosí. Con esos 80.000 euros, tal vez, podría haberse salvado el Festival MiradasDoc de Guía de Isora o el Festivalito en Santa Cruz de La Palma. Con apenas una fracción de esos 80.000 euros sin duda hubiera podido continuar su prometedora trayectoria el Festival Muecas en Puerto de la Cruz. Esos 80.000 cochinos euros, en definitiva, han podido suponer la diferencia entre la apurada continuidad de un proyecto cultural cuajado de potencialidades o su entierro mezquino, estúpido y definitivo.
Ocurre que el Día de las Letras Canarias, como sucede habitualmente con estos fastos, no exalta la memoria y la obra de un escritor, sino la momentánea parasitación política de una figura literaria con propósitos básicamente publicitarios. “A la mar fui por naranjas / cosa que la mar no tiene. / Metí la mano en el agua: / la esperanza me mantiene”. Así seguimos, maestro, con la mano tumefacta en un mar de idioteces, negligencias y mentiras.