Los sindicatos tienen hoy su día de gloria. Una gloria pírrica y dañina porque las consecuencias de una huelga política contra el Gobierno las pagan las empresas, los autónomos y muchos ciudadanos que no tienen nada que ver con la nueva legislación laboral. En total, 4.000 o 5.000 millones del ala, casi nada en las actuales circunstancias. Si querían zurrar al PP y no causar maleficio a nadie, ¿por qué no convocaron la huelga en domingo o en sábado? Desde 1980, en que se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, en España se han llevado a cabo 52 reformas laborales. Ninguna profunda, ninguna seria; todas, para salir del paso. Hora es de que alguien con arrestos trate de modernizar la vida de las empresas y acabe con tanta rigidez. Es urgente flexibilizar internamente la producción, facilitar la movilidad, incentivar la contratación de jóvenes y mayores de 45 años, combatir el absentismo y favorecer la productividad, superayudar a la formación, ampliar la vida laboral a voluntad, acabar con el escándalo de las jubilaciones anticipadas, estimular a los emprendedores, agilizar la apertura de empresas y comercios, acabar con la ultraactividad de los convenios y el encadenamiento de contratos temporales, dar cobertura judicial a los despidos, facilitar la vida de las empresas en momentos de crisis, potenciar el arbitraje y el teletrabajo, acabar con el fraude y la economía sumergida, poder trabajar aun cuando se cobre la pensión… Todo esto lo contempla la reforma, pero se olvida. Sí, ya sé: se pierden derechos laborales, se facilita el despido, se quita protagonismo a los sindicatos, y todo eso puede justificar una gran protesta. Pero es lo que hay y tenemos que escoger del mal, el menos. La reforma o la intervención. Nos lo imponen los organismos internacionales, los mercados y la Europa del euro, la que nos financia y a la que debemos lo que no está escrito porque nos hemos pasado en la fiesta y ahora tenemos que pagarla con sacrificios enormes, empobrecimiento colectivo y radicales medidas de austeridad y reducción de gastos, como se verá el viernes en los Presupuestos. Habrá que suavizar la reforma, modificar algunas cosas y aclarar otras para evitar ambigüedades y poderes excesivos para el empresariado. Así no quebrará el principio de justicia social y el deseable equilibrio entre empresa y trabajadores. Luego vendrá poco a poco el cambio de modelo productivo, incluso el contrato único indefinido. Pero, ahora toca esta reforma, y hoy, dar la talla a todos. Huir de coacciones y amenazas y usar la libertad responsablemente. Que huelgue quien quiera, pero que quien quiera trabajar, pueda hacerlo. A todos les ampara el mismo derecho.
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La huelga > Leopoldo Fernández publicado por Ricardo Herrera →