JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife
Aunque todos la consideraban una princesa, su vida no ha sido un cuento de hadas. Nieta del rey Ahanda Mebart de los boblis, una de las tribus que ocupan el este de Camerún, la historia de Mabel Lauré ha enganchado a miles de lectores de toda España gracias al talento del periodista tinerfeño Enrique Reyes, autor de La princesa que emigró. La novela, de la que ya se prepara una quinta edición, es fiel reflejo de la odisea padecida por la joven africana, que desde hace ocho años reside en la Isla.
Marcada por el odio y el recelo de buena parte de su familia, Mabel fue desde pequeña el epicentro de una disputa que incluso estuvo a punto de costarle la vida cuando era un bebé. Su abuela, una conocida hechicera local, nunca entendió que su padre, un modesto agricultor, pudiera llegar a casarse con una de las sucesoras al trono tribal.
Ello obligó a sus progenitores a trasladarse al norte del país, donde tuvieron que convivir con la mayoría musulmana de la zona. Católicos practicantes, nunca entendieron por qué la joven fue elegida para perpetuar la línea real, para lo cual tenía que casarse con su tío, un poderoso político que fue ministro con el dictador Paul Biya.
“Mi familia me convenció para que fuera a vivir con mi tío a la capital, para poder continuar mis estudios”, relata Mabel a este periódico. “Su casa la llamaban la Casa Blanca de Yaundé, porque la mandó construir copiando la de Estados Unidos”, agrega la joven, que vivió en primera persona el lujo y la corrupción política de su país. “Como mi abuelo era rey, mi tío quería asegurarse la sucesión y los supuestos favores divinos, por lo que debía casarse con una mujer virgen de su sangre”, incide Mabel, que en el libro de Enrique Reyes cuenta decenas de pasajes que retratan la influencia del animismo y la superchería en países como Camerún.
“Hay mucha gente en África que a pesar de ser católica o musulmana cree en la mística y los poderes ocultos”, denota la inmigrante camerunesa, a la que Enrique Reyes conoció en una academia en la que daba clases. “Soy periodista, y había escrito noticias, pero nunca un libro de 300 páginas”, arguye Reyes, que en el libro da nombres ficticios a los personajes y lugares de la trama. Esta circunstancia, sin embargo, le acarreó muchas críticas en Internet, donde incluso se cuestionó la autenticidad de la historia de Mabel. Por ello, hace unos meses la joven decidió salir de su anonimato y dar fe de todo lo escrito. “Ahora me acompaña a las presentaciones, para dejar claro que todo lo que se cuenta en el libro es verdad”, aclara el escritor tinerfeño.
Tras casi dos años de cautiverio en la mansión de su tío, Mabel decidió escapar, porque se veía abocada a un matrimonio que no deseaba, con un miembro de su propia familia. “Cuando cumplí 21 años, intentó violarme, pero me vio asustada y llorando y desistió; me dijo que me daría tiempo hasta la noche de bodas”, subraya la joven, que compartía vivienda con las otras tres esposas de su pariente.
Sin poder contarle a nadie de su familia lo que le ocurría, Mabel acudió a un sacerdote que conocía, que la ayudó a salir del país. “A través de la congregación de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret me consiguieron un visado de estudios para viajar a Canarias, que al principio confundí con las Islas Galápagos”, señala entre risas la joven camerunesa, que no pudo regresar a su país hasta cuatro años después de su huida.
El salto a Europa, no obstante, tampoco fue fácil. Tras pasar por París y Barcelona, a los pocos meses de llegar a la Isla se desligó de la congregación, que pretendía devolverla a su país, y comenzó una experiencia vital similar a la de cualquier inmigrante sin papeles. Incluso, vivió un tiempo en la calle y llegó a tener algunos escarceos con el mundo de la prostitución. Con la ayuda de unos amigos y el apoyo de su expareja, con el que tuvo dos hijos, la joven pudo rehacer su vida, que además de ser el argumento de una novela que también podría ser llevada al cine el próximo año.
Mientras eso ocurre, Mabel trata de pasar desapercibida y disfrutar de sus hijos. Como muchos otros jóvenes del Archipiélago, busca un trabajo que le permita sortear la crisis, y no se cansa de repetir que aquella princesa nunca quiso reinar.
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“En Europa el dinero cuelga de los árboles”
Una de las cosas que más sorprendió a Mabel cuando arribó a Europa fue comprobar que la imagen que tenía del Viejo Continente en nada se parecía a la realidad. De hecho, en lugar del paraje idílico que esperaba, se encontró con un lugar inhóspito, “con muchos blancos y ruido”. “En África hay quien piensa que aquí cuelga dinero de los árboles”, expone la joven, que asegura que todavía hoy muchos amigos le piden ayuda. “Creen que sólo por estar en España, soy rica; y si les dices que no puedes enviarles nada, te dicen que has cambiado y ya no quieres saber nada de sus compatriotas”, recalca. Y es que Camerún, como muchos otros países del África central y subsahariana, ha exportado miles de inmigrantes a Europa, la mayor parte de ellos jóvenes que anhelaban un futuro mejor. “Los que venimos para acá somos como soldados que van al frente”, señala Mabel, quien asegura que “en muchas familias, a uno de los hijos se le asigna el papel de viajar a Europa, y todos trabajan para pagarle el pasaje”, incide la inmigrante africana, que deja claro que “los gobiernos no muestran la realidad de las pateras, ni tampoco los muertos; por eso, por muchas medidas que se pongan, la emigración ilegal sólo se podrá resolver desde la propia África”.
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