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La última bandera

El presidente del Gobierno autónomo, Paulino Rivero, y la economía de las Islas Canarias se encuentran ante una encrucijada histórica, quizás por razones distintas, y en este caso, con posturas claramente contrapuestas.

El líder nacionalista estaba tocado. Su exitoso recorte presupuestario, que ha permitido que las Islas brillen en todo el Estado como ejemplo de austeridad en el gasto respecto al vergonzoso despilfarro de la mayoría de comunidades autónomas, no le ha rentado para conseguir más fondos por parte del Estado ni de cara a sus ciudadanos. El presidente parecía acorralado por una lista de desempleados que no para de crecer y por un nuevo Gobierno estatal muy irrespetuoso con su persona y su cargo (cien días después, aún no ha sido recibido por Rajoy, a pesar de la tragedia del volcán herreño, del impacto de la crisis en las Islas, de la necesidad urgente de crear el nuevo REF, de la supresión de las bonificaciones a las tasas aéreas, del cierre de Spanair y del encarecimiento de billetes hacia las Islas). Además, Rivero sufre una campaña mediática en su contra que incluso puede ser constitutiva de delito, sin precedentes en la historia moderna y que ha podido contribuir a que su liderazgo sea contestado hasta entre sus propios compañeros de partido.

Paulino Rivero parecía necesitar una bandera a la que agarrarse, una causa que lo acercara de nuevo a la calle, a su gente, a los que nunca cuestionaron sus muchas horas de trabajo pero decepcionados porque esta tierra no salía adelante. Y parece haberla encontrado. Su discurso este viernes pasará a la historia como uno de los más potentes de su vida política, plagado de rabia, de dureza, de emotividad y de referencias independentistas a las que hacía muchos años no acudía. Habló de colonia, de arrodillarse, de franquismo, de la Conquista…, y recibió decenas y decenas de aplausos. Rivero lidera ahora mismo a los abanderados del no al petróleo, una masa que ha logrado unir a los que muchas veces tuvo enfrente, como ecologistas, intelectuales, empresarios turísticos e instituciones, como todos los ayuntamientos de Lanzarote y Fuerteventura, los cabildos de ambas Islas, el Parlamento de Canarias y el Gobierno que lidera, incluidos los dos socios de su Gabinete, Coalición Canaria y PSC-PSOE, junto a Nueva Canarias. Cada día que pase, contará con una nueva firma. Y serán miles, cientos de miles los que lo sigan. A menos de tres meses del congreso donde Coalición Canaria debe elegir a su nuevo líder, la fuerza que ha recobrado Rivero lo convierte ahora mismo en el candidato incuestionable, lo que no ocurría hasta hace bien poco. Y de la misma manera que Rajoy alude al respaldo del PP en todas las comunidades para actuar inmisericordemente como un auténtico sastre que no para de recortar todo hasta dar con el traje que se ajuste a este país mucho más famélico que hace unos años, será imposible seguir ignorando a un presidente dueño de la calle y de las voluntades de sus ciudadanos.

Pero ésta es sólo una de las caras de la misma moneda. Nadie discute que la economía de las Islas necesita un revulsivo. La industria turística ha tirado durante décadas de nuestra economía, fundamentalmente vinculada a la construcción. Hoteles que jamas hubiéramos soñado sitúan a las Islas entre los destinos turísticos más selectos del mundo. Para ello el Archipiélago necesitó un potente, pujante y arriesgado empresariado especializado en la construcción. Al amparo del boom inmobiliario (hoteles, viviendas, infraestructuras públicas…) fueron miles, cientos de miles, las personas que llegaron a las Islas y no hubo un solo empresario que hiciera ascos a la hora de contratarlas, ni ningún ayuntamiento que rechazara los jugosos dividendos que les aportaba el empadronamiento de un nuevo vecino.

Ahora que la construcción permanece prácticamente congelada, algunos responsabilizan injustamente al sector hotelero de no crear empleo, cuando la administración es la primera campeona en crear desempleados. Pero no es así. El sector ha seguido creando empleo, solo que en número insuficiente para la enorme bolsa de parados que hay en las Islas. La posibilidad que ofrece a Canarias a la actividad vinculada a las extracciones de petróleo es una auténtica tentación para combatir las listas del paro. Por eso, esta vez la opinión pública de las Islas está tan dividida entre los que defienden un paraíso CO2=0, un destino turístico de aguas limpias y cristalinas, y los que ven en el petróleo una oportunidad de trabajo y la tan ansiada oportunidad de diversificar nuestro modelo económico con el que crear más riqueza.

Cinco soldados estadounidenses fueron inmortalizados por el fotógrafo Joe Rosenthal cuando izaban la bandera de su país en el monte de Suribashi, en la isla de Iwo Jima, durante febrero de 1945, tras una de las batallas más sangrientas de la historia bélica moderna. Paulino Rivero y quienes ahora lo aplauden defienden el no al petróleo, frente a otro importante sector de la sociedad canaria que dice sí.

Por razones bien distintas, ambos grupos izan ahora su bandera, quizás su última bandera. Toda la bronca de estos días se produce sobre un hecho, las prospecciones, que, como muy pronto, ocurrirán pasado el 2020, según insiste constantemente la compañía Repsol. El futuro nos dirá quién actuó con cabeza, atendiendo al interés general de todos nosotros, y si esa decisión fue la correcta.