fauna urbana > Luis Alemany

Madurez turística > Luis Alemany

Propone el ministro canario Soria que en esta comunidad autónoma -en la que se promocionó PPolíticamente- los destinos turísticos maduros sí recibirán fondos de los presupuestos del Estado: lo cual hace pensar que (en contraposición) los inmaduros no los recibirán; por más que a uno le cuesta trabajo comprender los baremos que se establecerán para medir esa madurez, e incluso -yendo más lejos- en qué consiste estrictamente tal pretendida madurez, que -en última instancia- aparece como una especie de entelequia, más cercana al territorio de las ideas abstractas que al de las realidades mensurables a través de un hipotético madurómetro (supuesto aparato para medir la madurez); especialmente cuando la propia palabra se inscribe en un territorio anfibológico que puede remitirnos a diversos significados: desde el cronológico hasta el de la sensatez, sin olvidar el agrícola, que pudiera no resultar desdeñable a partir del auge del turismo rural en el Archipiélago.

Precisamente desde esta perspectiva agrícola, resulta significativo que tan sólo se otorguen fondos económicos nacionales al turismo canario maduro, y se les nieguen a los turismos que no lo son, que (en ese mismo territorio de antónimos) pudieran remitir tanto al turismo podrido -por exceso- como al turismo verde -por defecto-: aquél resulta obvio que quede excluido de cualquier promoción económica institucional, desde el momento en que ha desarrollado su actividad a través de la putrefacción corrupta de la que tanto se sabe por estas latitudes; mientras que éste -sin embargo- nos remitiría a la incipiente estructuración de esta actividad en el Archipiélago, en los últimos años de la dictadura, tratando de promocionar -desde ese verde denostado- el sexo, aún cuestionado por la férrea censura, desde un tímido quiero y no puedo de suecas, bikinis y apartamentos entornados toleradamente para los ocasionales acompañantes de las turistas.

Se trataba del inicio de otra cultura turística insular, que dejaba atrás (a partir de esa verde procacidad ingenua) los elegantes ámbitos pretéritos -de comienzos de aquel siglo- de los hoteles tinerfeños Botánico, Camacho o Quisisana; de tal manera que tal vez sería injusto negarle financiación nacional a ese turismo, carente de madurez, desde su contumaz y procaz verdor, que tantas esperanzadas expectativas le abrió a mi generación; aunque quizá pudiera cuestionarse también si posee el ministro Soria suficiente madurez para valorar la madurez.