Parece que ya hemos olvidado ese pasado el que las cifras oficiales del desempleo descendían o se encontraban estabilizadas. Ahora cada mes surge una nueva noticia desagradable sobre el número de parados, que en el caso de Canarias no acaba de tomar un buen rumbo, sino que casi siempre va a peor. Así el paro subió un 1,79 por ciento en febrero, alcanzando a 279.000 personas, según datos del Ministerio de Empleo conocidos ayer.
Probablemente no es justo achacarlo a la reforma laboral recientemente aprobada, por eso mismo, porque es muy reciente, y la inercia que tiene la caída del empleo viene de mucho antes y no se ha formado en unas semanas o meses. Y tal vez la mayoría de los españoles están de acuerdo -aunque no sea un plato agradable- con la necesidad de hacer recortes en esta situación de emergencia, algo que en principio se demuestra porque los votantes llevaron al PP al Gobierno sabiendo que su programa se dirigía en ese sentido.
Pero aún reconociendo la importancia de disminuir el déficit, no se puede pretender que salgamos del bache económico sólo con meter el bisturí al gasto, mientras se permanece como esperando un cambio por una inesperada voluntad divina, sino que también se precisa aumentar los ingresos, que es tanto como decir que hay que planificar para crear empleo. Sólo despedir trabajadores para hacer descender los gastos y no actuar para aumentar los ingresos es meterse en un círculo perverso, porque desde un punto de vista global esas personas disminuyen su consumo; al descender este en general, vuelve a ser necesario reducir costos… y se inicia de nuevo la rueda, de cuyo mal no se salva casi nadie, de manera que todos estamos cada vez más empobrecidos. Es obvio para cualquiera que el círculo virtuoso sería a la inversa, mas la cuestión es ¿cómo hacerlo?.
Es cierto que el empleo lo crean las empresas privadas y no parece que la Administración, lo mismo la nacional que la regional, tenga recursos como para revitalizar la economía, pero a los gobiernos les corresponde no sólo invertir, sino sobre todo generar el marco conveniente para que otros actúen, bien sea dando los espacios de movilidad legal o eliminando trabas, para que sea beneficioso crear negocios, para que los empresarios se estimulen y piensen que existen oportunidades que no se pueden dejar escapar y aparezca el impulso de enfrentar el riesgo a cambio del lucro, palabra fundamental a la que no hay que tenerle miedo, porque es uno de los combustibles que mueven las empresas y cuando se aplica con expectativas, es uno de los impulsos más fuertes para crear riqueza y para generar empleo. A un Gobierno se le pide no sólo que ahorre, sino también proyecte y ejecute planes dirigidos a la reactivación.
Y, por cierto, que no crean los sindicatos y la oposición que llevando la violencia a las calles se está haciendo mucho por resolver los problemas. Más bien los están aumentando.