En mis paseos botánicos por Santa Cruz, he advertido en muchos jardines privados numerosos “pitangueros” cuajados de flores. No recordaba un floración tan intensa en este árbol, del que degusté sus frutos por primera vez en aquellas lejanas fechas antes de la mitad del siglo pasado, cuando viví en el barrio de El Toscal. Actualmente, en mi lugar de residencia, Radazul bajo, florece de forma impresionante un ejemplar de metro y medio situado a la puerta de mi domicilio. Fue un regalo de mi amigo José Antonio Pardellas, apasionado y esmerado cultivador de esta especie en el huerto de su domicilio de Villa Hilaria. Su loable empeño consiste en distribuir pequeños ejemplares entre sus amigos, uno de lo cuales se ha convertido en el esbelto ejemplar que vengo observando hace unos tres o cuatro años.
Para aquellos, que afortunadamente abundan, a los que les interesa la vida de las plantas útiles y ornamentales les he preparado una pequeña historia sobre este arbusto tropical. Pretendo así contribuir, muy modestamente, a sensibilizar a la población urbana, tanto a la residente como a la visitante, en el conocimiento de algunas especies que forman parte de nuestro ambiente ciudadano, tan rico y biodiverso. Es una contribución destinada a una de mis utopías: la educación medioambiental en lo urbano y en lo natural. Las plantas son, no sólo parte de nuestro sector primario indispensable para nuestra vida, sino que además deben considerarse como el pulmón de caseríos, pueblos y ciudades, donde constituyen el patrimonio cultural de los ambientes antrópicos.
El nombre científico del pitanguero es Eugenia uniflora L. (en la literatura he encontrado hasta 41 sinonimias que han sido incluidas en seis géneros diferentes de la familia de las mirtáceas. Descrita en 1753 como Myrtus brasiliana por Linneo una de las sinonimias más recientes es Syzygiun muchelii -Lam- Duthie). Esta especie es hermana de Eugenia cariophyllata (sin. Syzygium aromaticum), árbol tropical originariamente procedente de las islas Molucas en Indonesia, de cuyos botones florales, antes de abrirse y desecados posteriormente, se obtiene el llamado “clavo de olor o clavo de especie”, conocido condimento aromático culinario y cuyo aceite, entre otras propiedades medicinales, ha sido usado como eficaz analgésico odontológico. El “pitanguero” es un arbolillo neotropical que forma parte en su lugar de origen de los bosquetes de galería tropicales de Sudamérica. Su distribución se extiende desde la Guyana pasando por Brasil hasta llegar al cono sur en Uruguay, Paraguay y Argentina. No resiste los climas fríos. Su porte puede alcanzar, en condiciones favorables, los ocho metros de altura. Ramificado desde la base, sus ramas son delgadas y sinuosas. Perennifolio, sus hojas son ovoides a elípticas, opuestas, pecioladas, glabras con el ápice mucronado, poseen estípulas efímeras y glándulas aromáticas bien visibles. Las jóvenes suelen tener matices broncíneos-rojizos. En sus ambientes naturales florece en primavera. En Santa Cruz forma parte del numeroso grupo de plantas exóticas ornamentales que florecen al principio del invierno. Sus flores largamente pedunculadas se disponen en las axilas de forma solitaria, o en grupos de hasta cuatro; poseen cuatro pétalos y cuatro sépalos (tetrámeras). Su androceo está formado por unos 50 estambres libres en la base, con anteras amarillas, insertados en fascículos opuestos a los pétalos; la polinización es por insectos (entomogamia); el gineceo está formado por un ovario ínfero, octolocular, provisto de un estilo alargado y un estigma capitado o peltado. Su fruto es una baya vistosa con ocho costillas que varia del color verde inicial al anaranjado, rojo y púrpura final. Una piel fina de sabor ligeramente ácido recubre una pulpa muy jugosa roja de sabor dulce a acídulo según el grado de maduración. En su interior se encuentra una semilla esférica, que ocasionalmente pueden ser dos o tres, más o menos aplanadas. Su nombre popular, pitanga es de origen brasileño y significa rojo en la lengua amerindia Tipi. En el cono sur de Paraguay y Uruguay se la conoce con el nombre ñanpagirí, vocablo de origen guaraní. La fructificación se produce casi inmediatamente después de la floración. A las pocas semanas ya se han formado los frutos. La germinación de la semilla sembrada en tierra fértil es rápida.
La pitanga es un fruto comestible atóxico al que no se le conocen contraindicaciones. Tiene múltiples usos en la etnobotánica popular americana. Como planta medicinal es una panacea múltiple. Destacan entre otras sus propiedades hipotensoras, cardiotónicas, diuréticas, depurativas, etc. Las hojas contienen un alcaloide llamado pitanguina empleado como sucedáneo de la quinina, con propiedades febrífugas, balsámicas, antirreumáticas y antigotosas. Ingerida en fresco tiene propiedades estimulantes por su alto contenido en Vitamina A, C, complejo B y los oligoelementos calcio, fósforo y hierro. Es por tanto un recomendable complejo vitamínico natural. Tiene además un buen predicamento en la repostería y la licorería. Se cultiva como ornamental y correctamente podada puede incluso ser plantada como seto o cercado. Si los frutos se recolectan en ambientes urbanos no deben ser consumidos in situ. Es muy conveniente lavarlos concienzudamente para eliminar la serie de contaminantes químicos tóxicos del aire urbano depositados sobre la piel del fruto.
Sobre su presencia en Canarias hay que señalar que no aparece catalogada en el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias de Viera y Clavijo, lo cual me hace pensar que fue introducida a lo largo del siglo XIX procedente de Brasil. En Santa Cruz, aparece catalogada en la lista que don Felipe Pocci Barsotto presenta en su Guía Histórica Descriptiva de Santa Cruz de Tenerife, publicada en 1881 y referente al Jardín de Aclimatación existente en la ciudad. Fue un jardín de una superficie de una fanegada situado en la esquina de la calle de Santa Rita con el Paseo de los Coches fundado en 1811 por don Francisco Mandillo ,y que en 1881 pertenecía a don Manuel de Foronda. Por aquellas fechas se cultivaban allí unas 50 especies de árboles tropicales útiles procedentes de América, Asia y Oceanía. Entre ellas menciona “el frutal pitanga de Brasil que da fruto”. Este jardín, como tantos otros espacios y monumentos de la ciudad, desapareció, como consecuencia de la natural, pero devastadora expansión de la ciudad, en su imparable crecimiento demográfico. El pitanguero, como otras especies ornamentales exóticas, es un símbolo de la tropicalidad santacrucera. Ejemplares vistosos se encuentran entre otros lugares en el Parque García Sanabria, calle General Antequera, jardín frontal de la antigua Escuela de Comercio, jardines del barrio de los Hoteles… Es muy probable que cuando estas líneas vean la luz pública la floración casi efímera del pitanguero haya finalizado o esté a punto de hacerlo. Es el momento de observar con detenimiento el desarrollo del fruto. Luego al cabo de unas semanas ya maduro vale la pena degustarlo. Finalmente, una breve reflexión: las ciudades son ecosistemas singulares y muy depredadores. Consumen cantidades ingentes de recursos pero al mismo tiempo operan como modelo cultural y polo de atracción de entornos. Vale la pena parar unos instantes ante una planta cultivada en un parque o jardín y disfrutar ante ella.
*Botánico. Premio Canarias 2011