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+Reformas -Recortes > Randolph Revoredo Chocano

La teoría de los recortes tiene sentido sobre todo cuando se piensa que todo lo que se debe se puede. Académicamente es un ejercicio precioso asumirlo; toda universidad paga sueldos a sus profesores para hacer ejercicios de esta índole. La realidad es que uno de los principales capítulos de gastos, personal público, es prácticamente indespedible; una realidad terca e impertinente. Esto pone al recortador en la tesitura de verse en la necesidad de entrar en fanatismos religiosos y comienzar a recortar donde puede pero no se debe.

El problema con esta metedura de pata es que se hace más daño que lo que se ahorra. Porque se comienza a meter mano en asuntos que no sabemos si así se va para algún lado más que alcanzar alguna liquidez a corto. Un ejemplo es la innovación. La tecnológica sobre todo depende de ciertos hábitos que sólo están arraigados en algunos departamentos de universidades españolas y un puñado de empresas de todos colores y sabores; puñado demasiado pequeño.

Nadie más que ellos en este país tienen la mala costumbre de experimentar y medir. Si se mete la pala en el gasto de I+D público la innovación tecnológica, la poca que hay, que es poca, retrocedería décadas. Si alguien dice: “Que investiguen las empresas” A esa afirmación, que no es equívoca en absoluto, hay que ponerle un dónde se dice y cuándo (y no entremos en el quién). Porque no es lo mismo decir tal cosa en California hace treinta años, Suecia hoy, Alemania siempre, que en la España de inicios del presente siglo con el sector bancario implosionando. Si se quiere recortar gasto público, que se haga bien o a otra cosa mariposa. Que se cambie la constitución: se elimine la intocabilidad del empleado público y se despida al 40% de los funcionarios si es que se quiere ser fiel a la teoría, o se deje de transmutar la realidad, porque al final termina siendo un alejamiento de esta y en la práctica un “que la factura la pague el que viene”. O sea: jóvenes españoles que no ven futuro alguno y se quedan con dos opciones, emigrar o alimentar el movimiento de los indignados. Un cartel de un indignado decía: “las tres salidas de los graduados universitarios españoles: por tierra, por mar o por aire.”

Como no creemos al gobierno Rajoy con el par necesario para hacer lo que creen que hay que hacer, con lo que ni recorta ni siembra, parece que además tampoco reforma demasiado. Precisamente donde puede y debe, solo hay avances tímidos. Las cuestiones: abrir el sector privado a la competencia y eliminar lo superfluo, duplicado y obsoleto en la administración pública.

Se tienen que remover barreras artificiales a la competencia de numerosas actividades y mercados que disfrutan situación de privilegio injustificada, esto chincha el crecimiento mucho más que el gasto público en investigación. Se tendría que pensar en resetear el sector privado español por completo, por la profundidad y amplitud de reformas que acometer. Solo con comenzar a aplicar las recomendaciones de la Unión Europea, desde la directiva Bolkestein hasta la apertura del sector farmacéutico, taxis y demás. Y eso que no seguimos más allá porque escandalizamos al gobierno: legalización (y cobro de impuestos) de la prostitución y alguna droga ahora ilícita, sin mencionar la abolición las fuerzas armadas.

*sobre-el-volcan.blogspot.com