Sami Naïr: “Las revoluciones árabes han desatado el fuego de la dignidad”

Dima Khatib y Sami Naïr ofrecieron ayer sus respectivos análisis sobre las revoluciones árabes. / SERGIO MÉNDEZ

SANTIAGO TOSTE | Santa Cruz de Tenerife

“La inmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez desató un fuego en el mundo árabe, el fuego de la dignidad. Todos los movimientos que han surgido, de Marruecos a Arabia Saudí, han nacido a partir de esa idea”. Sami Naïr, el politólogo y filósofo francés de origen argelino, subrayaba ayer que resulta muy complejo reducir a pocas palabras lo que aglutina la primavera árabe. Pero si tuviera que usar sólo una, ésa seria dignidad.

Naïr participó ayer junto a la palestina Dima Khatib, corresponsal, productora y directora de la oficina de América Latina para la red de Al Jazeera, en el segundo de los diálogos de esta nueva entrega del Foro Enciende la Tierra de CajaCanarias. Poco antes de dicho encuentro, que estuvo moderado por la periodista Lourdes Santana, ambos conversaron con los periodistas.

“Estas revoluciones -señaló Khatib- han abierto una caja que llevaba siglos cerrada, y ahora muestra una serie de problemas que siempre hemos tenido y que el poder represivo había postergado”. “Son cuestiones que no sólo evidencian un pueblo reprimido por una fuerza opresora, no -explicó-; también hablan de asuntos como la situación de la mujer, los derechos humanos o qué camino hacia la libertad queremos, porque ni siquiera hay un modelo claro, ni en oriente, ni tampoco en occidente”.

“Hablamos de una ruptura histórica -apuntó Naïr-, donde por primera vez el mundo árabe intenta entrar en el mundo democrático. Pero ahora mismo asistimos a una segunda fase, de consolidación del proceso democrático, pero también de regresión casi contrarrevolucionaria, pues, tras la caída de los déspotas y los tiranos, se están dando alianzas entre las fuerzas democráticas de la sociedad conservadora y las viejas clases conservadoras que ya gobernaban”.

Pero, claro, en un diálogo que merezca ese nombre, tan importante es el consenso como el disenso. Y Dima Khatib y Sami Naïr discreparon cuando se les preguntó si la primavera árabe hubiese sido posible sin el recurso de internet y las redes sociales. “Me disgusta el propio término de primavera árabe -señaló Khatib-, pues casi parece un nombre comercial. No es una primavera, sino movimientos orgánicos, populares, espontáneos”. “En cuanto a Internet -añadió-, ha sido una plataforma de comunicación que aceleró el ritmo de las movilizaciones, pero no hizo que Bouazizi se inmolara, ni que los campesinos egipcios salieran a protestar, y tampoco que los sirios denunciaran la represión”.

“No estoy de acuerdo -sostuvo Sami Naïr-: es imposible pensar en estos movimientos sin Internet. Es la primera revolución de los medios de comunicación en el mundo árabe; es la primera revolución que escapa totalmente al control del poder por causa, precisamente, de los nuevos medios de comunicación”. “Lo que ha caracterizado históricamente a esos países -agregó el politólogo- es que se trata de sistemas absolutistas que tenían el control de la ideología en la televisión, en los periódicos, en las editoriales, en los teléfonos… Y frente a eso, con la liberación de la palabra a través, precisamente, de las redes sociales, a partir de los años 90 hemos visto en todo el mundo árabe cómo el poder perdía control sobre esa gente que se valía de las nuevas tecnologías de la comunicación”. “Los poderes políticos, en definitiva, pueden tener armas, pueden matar a la gente, pero son totalmente impotentes frente a ese nuevo arma que nadie puede controlar”, subrayó.

De igual modo, Naïr considera que es un “grave error” establecer paralelismos entre las revoluciones árabes y movimientos populares surgidos en Occidente: “Esto es otra cosa, algo completamente nuevo, muy complejo, y que en buena medida es así debido a los nuevos medios de comunicación”.

La mirada de Occidente

Y precisamente acerca de Occidente, y sobre el papel que desempeña en esta búsqueda de libertades, fue donde Khatib y Naïr coincidieron. “Para Occidente es de alguna manera peligroso que tengamos libertad en estos países -argumentó Dima Khatib-, pues ese mismo camino nos conduciría, entre otras cosas, a la libertad de Palestina, y eso, qué duda cabe, no es algo que les agrade, sobre todo a Israel y Estados Unidos”. “Y es que mientras no tengamos democracia -recalcó-, no podremos solucionar el asunto de Palestina”.

“El problema de Occidente -coincidió Sami Naïr con su interlocutora- nunca será el de las libertades y los derechos humanos en el mundo árabe, sino el de la estabilidad política”.

“Muy por encima de la libertad, hay otras cuestiones que le preocupan bastante más, como pueden ser los flujos migratorios, el auge del fundamentalismo o el control de las fuentes energéticas”.