CÁMBIATE > PSICOLOGÍA PARA ENTENDERNOS

¿Soy dueño de mi tiempo?

Cada persona es dueña de su tiempo y decide qué hacer con él en cada instante. / DA

LEOCADIO J. MARTÍN BORGES | Santa Cruz

Dominar el tiempo requiere atención, constancia, sentido de la responsabilidad, respeto a ti mismo, a los demás y orden. Todo esto no es nada fácil.

Conseguir nuestras metas para un cambio efectivo probablemente nos exija un nivel de aprovechamiento del tiempo que no hemos alcanzado, ni necesitado, antes. La manera en que empleamos nuestro tiempo es una cuestión de hábitos. Aquí te sugerimos algunas estrategias básicas que, con algo de esfuerzo, pueden ayudarte a organizar y aprovechar tu tiempo.

En primer lugar y si no lo tienes, crea un espacio para ti. En segundo lugar, reconoce que tus obligaciones son tan importantes como las necesidades y requerimientos de los demás. En tercer lugar, establece límites en cuanto a que te interrumpan o alteren tu horario laboral; por último, diseña tu horario personal.

Calcular el tiempo

Aunque pueda resultar algo tedioso, debemos intentar observarnos y estimar con precisión el tiempo que nos lleva cada una de nuestras actividades. Por otro lado, debemos examinar nuestras prioridades. A veces tendemos a hacer las tareas menos prioritarias en vez de hacer cosas más importantes. Podemos preguntarnos: “¿Cuál el mejor uso que puedo darle a mi tiempo?”, y de esa forma distribuir el mismo intentando aprovecharlo.

Otro de los problemas habituales es la tendencia a estar demasiado disponible. ¿Estás intentando contentar a todos para ser aceptado? ¿Temes no agradarles? Intenta distinguir qué es lo más importante. Si intentamos comunicarnos asertivamente “realmente me gustaría salir contigo esta noche, pero debo terminar esta tarea sin falta”, conseguiremos respetar nuestro tiempo al igual que conseguimos que los demás aprendan a hacerlo.

Urgente

Si estamos siempre corriendo para completar tareas urgentes, probablemente significa que tenemos problemas para administrar nuestro tiempo, para identificar nuestras  prioridades o acostumbramos a dejar cosas para luego. Debemos aprender a delegar, o ignorar, las tareas que son urgentes pero no prioritarias. Por ejemplo, si un amigo necesita un libro tuyo urgentemente, que venga él a buscarlo, o que se espere hasta mañana: tu “ahora”, no puedes dejarlo todo para llevárselo.

Mantener altos niveles de atención y concentración requiere a veces mucho esfuerzo. El entrenamiento de la concentración mediante periodos breves e intensos de atención y esfuerzo es una buena forma de ir adquiriendo destreza en hacerlo durante periodos más largos. Diez minutos de esfuerzo, con objetivos a corto plazo, pueden ser muy productivos. Las distracciones tienen que ver también con nuestro nivel de ansiedad y tolerancia a la frustración. Si nos enfrentamos con una tarea difícil, que requiere de más tiempo, y pretendemos hacerlo todo de golpe, es probable que no lo consigamos. La consecución de objetivos ha de ser progresiva y marcándonos un ritmo para lograrlo. Todos postergamos nuestras responsabilidades de vez en cuando. La clave está en saber qué cosas “dejamos para luego”, cómo y por qué. ¿Qué tareas son las que más evitas? ¿Cuál es tu excusa favorita para postergarlas? ¿La televisión, Internet, las labores domésticas? Algunas cosas las posponemos fácilmente porque son relativamente poco importantes, otras por nuestra inseguridad acerca de cómo deberíamos hacerlas, otras porque son sumamente importantes o particularmente difíciles. Revisa cuáles son tus motivaciones.

Algunas personas temen fracasar debido a la importancia o dificultad de la tarea.

Algunas temen al éxito, porque hacerlo bien implicaría nuevas y mayores exigencias. Otras resienten la autoridad y se resisten a cumplir sus demandas. Algunas personas son perfeccionistas y se niegan a intentarlo si no están seguros de un resultado perfecto. Algunos tienen muy baja tolerancia a la frustración y prefieren evitar el mal rato. ¿Te identificas con alguno? Si el hábito de postergar tus tareas se convierte en un problema serio, deberías buscar la ayuda de un profesional.


Miedo al fracaso

“¡Si fallo en este tarea, mis jefe me matará! ¡No soy un buen estudiante! ¡No doy la talla! ¡Nunca acabaré la carrera! ¡Nunca conseguiré un empleo!” ¿Te suena familiar este discurso?

Nuestras autocríticas o descalificaciones “automáticas”, esa voz crítica en tu cabeza, aumenta el estrés, puede disminuir la motivación y la acción, distraer tu atención y concentración, reducir tu eficacia y, finalmente, brindarte una excusa para un mal resultado. Debemos analizar lo que nos decimos para ver si nos motiva o nos pone mas ansioso y reemplazar las críticas automáticas con acciones.

Perfeccionismo

El perfeccionismo sirve para inhibir la acción, evitar complicaciones, liberar ansiedad, y finalmente, te brinda una excusa para un mal rendimiento… (“Realmente no lo he intentado, así que no es un indicador fiable de mi capacidad.”). El perfeccionismo refleja un pensamiento tipo todo-o-nada de forma que podemos estar evitando la acción por inseguridad o miedo. Algunas cosas son suficientemente importantes como para que las hagamos a la perfección, pero la mayoría se satisfacen con un esfuerzo “bastante bueno”. Siendo conscientes de estos aspectos y modificando lo que podamos, paso a paso, podremos construir nuestra vida con nuestras propias herramientas.

*Leocadio J. Martín Borges, psicólogo
www.leocadiomartin.com
@LeocadioMartin
www.facebook.com/LeocadioMartin