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Muertos que dan vida

[apunte]Desde el primer curso, los alumnos llegados a la Facultad de Medicina empiezan a familiarizarse con el cuerpo humano, cuyo conocimiento será básico para el ejercicio profesional. Con ese objetivo, la sala de disección del Departamento de Anatomía fue remodelada y ampliada hace unos años, lo que ha permitido que se amplíe la capacidad de cadáveres que pueden ser almacenados para su posterior estudio. Además, cualquier médico o investigador puede solicitar la intervención en un cuerpo, al objeto de probar o mejorar las técnicas quirúrgicas. / DA[/apunte]

JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

“Éste es el lugar donde la muerte se alegra de socorrer a la vida”. La frase, pronunciada en 1877 por el médico italiano Luciano Armani, es el lema que se exhibe sobre la puerta de la sala de disección de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna (ULL), institución a la que 249 personas donaron el cuerpos para su estudio en los últimos cinco años.

Con menos publicidad que la donación de órganos, la cesión de cadáveres a la ciencia se abre paso en Canarias a pesar de las reticencias que impone la tradición e incluso la religión, como explica al DIARIO DE AVISOS Agustín Castañeyra Perdomo, catedrático de Anatomía y Embriología Humana de la ULL y responsable del programa de donaciones de la universidad tinerfeña. Junto a él, la profesora Emilia Carmona Calero y los prosectors (técnicos de sala) Cathaysa Cerdeña Ventura y Juan Manuel González Toledo son los encargados de recepcionar y preparar los cuerpos que serán luego estudiados en la facultad, tanto por estudiantes como por doctores e investigadores.

“Hace cinco años se hicieron una serie de programas de promoción de la donación de cuerpos, con el objetivo de concienciar a la población. Era un tema que no se conocía demasiado, porque existía el bulo de que sólo se empleaban para este fin los cadáveres de personas que morían en la calle o que no tenían recursos”, asegura el doctor Castañeyra, quien deja claro que “la realidad es bien distinta, porque en las universidades todos los cuerpos que hay en la actualidad han sido donados”.

En Canarias, hace un lustro, casi todos los cadáveres que se recibían en las facultades de Medicina eran de extranjeros, la mayor parte de ellos procedentes de países anglosajones y escandinavos. Sin embargo, en los últimos ocho años, y gracias a la publicidad y campañas que se han hecho, han aumentado notablemente las donaciones de cuerpos de españoles. De hecho, desde el año 2010 se han contabilizado 90 cesiones de finados peninsulares o canarios, por 53 de personas nacidas fuera de nuestras fronteras.

Debido a ese aumento de las donaciones, hace cuatro años la Universidad de La Laguna llegó a un acuerdo con el Cabildo para mejorar y ampliar las salas de almacenamiento y disección de cadáveres de la Facultad de Medicina. Así, de los 30 cuerpos que en 2007 se guardaban en la facultad, se ha pasado a 80 en la actualidad, merced a la construcción de dos nuevas cámaras de congelación y otros espacios con los que ahora cuenta el Departamento de Anatomía.

Excepto los fallecidos por enfermedades infecto-contagiosas, en la donación de cuerpos a la ciencia no hay limitaciones, siempre que no se haya producido intervención judicial sobre el cadáver, como ocurre con los fallecidos en accidente de tráfico o muerte violentas.

A diferencia de otras comunidades autónomas, en Canarias sí existe la donación simultánea de cuerpo y órganos, “porque hay muchas personas no sólo quieren salvar vidas de manera inmediata, sino también facilitando su cadáver para el estudio posterior”, denota Juan Manuel González Toledo, el técnico de sala encargado de recepcionar y preparar los cuerpos que llegan hasta la Facultad de Medicina. Una vez que la persona fallece, y merced al carné de donante que facilita la propia universidad, cualquier familiar, allegado o incluso el médico de cabecera puede informar del deceso. “Una vez comprobado en nuestra base de datos, y determinadas las causas de la muerte, las funerarias, que son las únicas empresas autorizadas, se encargan de dar parte al juzgado y trasladan el cuerpo hasta aquí”, incide el joven prosector, diplomado universitario y técnico superior de Laboratorio.

Abordaje

El primer paso es el abordaje. “Hay que lavar el cuerpo y rasurarlo en la medida de lo posible, no sólo para evitar que se reconozca, sino también porque higiénicamente es mucho más fácil a la hora de intervenirlo. Siempre se pretende preservar el anonimato, porque por aquí pasan diariamente cientos de personas, algunas de las cuales pueden tener algún parentesco o afinidad con el fallecido. En cualquier caso, y según la demanda, no se suelen emplear los nuevos cuerpos hasta dos o tres años después de su recepción”, arguye Juan Manuel González.

Si no tiene unas patologías muy concretas y complicadas, los finados se almacenan en la nevera sin solución fijadora, para que puedan ser usados para el desarrollo de pruebas que requieran una estructura anatómica sin decoloración, como aquellas vinculadas a las articulaciones. Posteriormente, se pasan a la cámara de congelación, se etiquetan, se incluyen en el registro y se cubren con un sudario.

En cambio, si el cuerpo requiere fijación, y dependiendo de la causa del fallecimiento, el abordaje es más complicado, como ocurre cuando la muerte se produce por cáncer o enfermedades degenerativas. En este caso, el cadáver se observa durante 48 horas, se sutura, se lava y se mantiene inmerso en una solución fijadora de formol (entre un 3 y un 5%) entre ocho meses y un año, siempre según las necesidades. “Mientras los cuerpos estén hidratados y sumergidos, no hay ningún problema”, recalca el prosector, quien destaca que “siempre se trata de alargar lo máximo posible el tiempo de conservación, porque hay muchos estudios, como los antropológicos, para los que se puede emplear durante mucho tiempo un mismo organismo”.

La donación de cuerpos facilita, por un lado, la parte docente, que los alumnos puedan trabajar directamente con un cuerpo humano, con lo que ello supone para su formación.

Además, también contribuye decisivamente en materia de investigación, ya que todos los hallazgos relevantes que puedan descubrirse se llevan luego a congresos, publicaciones y revistas científicas, etc. “El tercer eje es la formación de posgrado, lo que se refiere al desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas y de abordaje, ensayo de pruebas clínicas, etc, que siempre es mejor probar primero en cuerpos inertes”, subraya el doctor Castañeyra, que asegura que “cualquier médico puede acceder a uno de estos finados, siempre que lo solicite. Además, periódicamente se llevan a cabo cursos, tanto con el Hospital Universitario de Canarias como el de La Candelaria.

En la facultad, los alumnos empiezan trabajando el aparato locomotor, luego la parte visceral y finalmente la neurológica. “Desde el principio, a los chicos se les inculca el máximo respeto por los cadáveres, porque se trata de donaciones altruistas. Se trata de que observen las ventajas que tiene el manipular el cuerpo humano, observar y palpar todos sus órganos desde dentro, con el objetivo de que lleguen a ser buenos profesionales y logren salvar vidas”, sostiene el catedrático de Anatomía y Embriología, quien concluye que “las familias, en la mayor parte de los casos, no vuelven a hacer uso del cuerpo”. “Hay que tener en cuenta que pueden transcurrir más de tres años desde que se produjo el fallecimiento”.

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La difícil tarea de ir contra la tradición

Cuando no se disponían de cuerpos, la anatomía se enseñaba con modelos anatómicos. Hoy día existen detalladas simulaciones informáticas en las que se puede rotar el cuerpo, aumentar, alejar…, pero, claro, no es lo mismo. “Para un alfarero no es igual ver cómo se hace una pieza a tocar y moldear el barro con sus propias manos. Esto es igual: no hay buen sustituto para un cuerpo real”, aclara Manuel Rubio, presidente de la Asociación Nacional de Donantes de Cuerpo.

Aunque España es un país líder en donaciones de órganos, cotiza a la baja en las donaciones de cuerpos. “Es una cuestión cultural”, opina el profesor Agustín Castañeyra, quien recalca que “somos mediterráneos, y nuestra cultura siempre ha tenido un culto a la muerte muy especial”. “Somos muy altruistas en el caso de donar órganos, eso es cierto, pero tenemos esa idea de que a mi padre, que me lo entierren y que no me lo toquen más. Es un culto a la muerte que hemos trasladado a toda Latinoamérica y que en algunos sitios de allí se ha exacerbado más todavía. Pero también es verdad que vamos cambiando”, expone igualmente. Prueba de ello es el aumento de las cremaciones: hace 10 años, sólo un 5% escogía esta opción; hoy día ronda el 50%.

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