EL ENSAYO >

Amigos > Tomás Gandía

Fácil es ganar muchas amistades, superficiales e interesadas, cuando la posición social o los bienes de fortuna le colocan a uno en circunstancias propicias para dispensar favores. La amistad verdadera se ha de conquistar, y solo la conquista quien la merece. Admirable resulta el que sin otros recursos que las relevantes cualidades de su carácter multiplica el número de sus amigos. La auténtica amistad influye en el perfeccionamiento de la personalidad. Muchos se hubieran dado por vencidos, largo tiempo antes de realizar su propósito a no ser por el estímulo y aliento que les infundió algún amigo.

No pocas figuras políticas, científicas, artísticas y literarias, deben el triunfo a las palabras alentadoras que les prodigaron los íntimos amigos, además de los seres más cercanos, muy difícil de alcanzar en nuestros días, donde por desgracia priva tanto el favoritismo, compadrazgo, y nepotismo con siniestra burla de la justicia.

Existen espíritus dotados de tal nobleza que actúan como reconfortante tónico, como una vigorizadora y refrigerante brisa. Renuevan todo nuestro ser. Bajo la inspiración de su presencia decimos y hacemos lo que nos fuera imposible decir y hacer en diferentes circunstancias. Alguien escribió: “Un amigo es aquella persona con la que se puede pensar en voz alta”. Esos amigos estimulan la mente, avivan las facultades, alumbran las fuentes de las palabras y del sentimiento, despiertan la íntima poesía del alma. Otros hay que apagan el entusiasmo, cierran las compuertas de la expansión y emanan de sí una atmósfera que enfría el ánimo y paraliza el pensamiento.

El amigo leal es lo bastante franco para corregir fraternalmente las faltas. La mayoría de las flaquezas que postergan a las gentes podrían remediarse por un discreto y sincero amigo, pero la generalidad se figuran que todo esto constituye una ingrata y delicada tarea, y así dejan que sus amigos cometan todo tipo de equivocaciones en la conducta.

Nunca somos los mismos, después de haber estado relacionados con otros. Cada persona con quien nos ponemos en contacto deja en nuestro carácter una impresión intensa y duradera del suyo, si bien solo los verdaderos amigos dejan huella.