El ensayo > Tomás Gandía

Derrotas y victorias > Tomás Gandía

Multitud de personas acabaron por alcanzar el triunfo final solo porque se repusieron con repetidos esfuerzos de anteriores fracasos. Si no hubiesen fracasado, no habrían obtenido seguramente la victoria definitiva. Existe en el fracaso algo que estimula los bríos de un hombre y de una mujer de corazón, que quizás se hubieran satisfecho con una mortecina medianía a no ser por el incentivo del fracaso que les movió a reduplicar sus esfuerzos, y les hizo sentir por vez primera tal vez la valía de sus fuerzas ocultas. Muchas personas no se conocen verdaderamente a sí mismas hasta que les da en el rostro el infortunio y ven cara a cara la ruina. Desconocen cómo movilizar sus energías de reserva hasta que las sobrecoge un abrumador desastre o el desvanecimiento de sus esperanzas y el naufragio de su dicha las coloca en el auténtico centro de su existencia.

En nuestra naturaleza pervive un algo, una fuerza superior que no podemos describir ni explicar, que parece extraña a las ordinarias facultades anímicas,y sin embargo subyace mucho más profundamente que cualquiera de las cualidades visibles, que surge en forma de auxilio en las tremendas vicisitudes y crisis de la vida. Cuando la muerte nos roza con sus alas y el peligro es inminente, vemos que hombres y mujeres de ordinario tímidos y débiles extraen de las intimidades de su ser gigantescas fuerzas para salvar la vida.

En las ordinarias dificultades de lo cotidiano no nos ocupamos de actualizar esas fuerzas ocultas, pero cuando las alumbra el infortunio estampan en la comunidad el sello de lo extraordinario.

El individuo consciente de su verdadero poder, dueño de sí mismo, de resuelto propósito e inquebrantable voluntad, no se entrega nunca a discreción del fatalismo. No existe el fracaso para quien se levanta cada vez que cae, que persevera cuando otros desisten, que sigue adelante cuando los demás retroceden.