Un punto de inflexión. Una de las frases que ayer dijo a la conclusión del partido el entrenador García Tébar y algún jugador en sala de prensa. Nos agarramos a lo que sea solo por no ser capaces de detenernos a pensar las carencias de este equipo. Tenemos la esperanza de que, llegado el momento, los dioses del fútbol se alíen con nosotros y se consiga el ascenso. Y puede pasar. No lo descarto aunque este Tenerife no tenga ni fútbol, ni intensidad, ni ningún argumento para creer en reconversiones milagrosas en la parte decisiva de la temporada. Por eso hace días que tengo un pensamiento impopular y muy poco o nada compartido. Creo que ascender no soluciona gran cosa. Está claro que mejor en Primera que en Segunda y mejor en Segunda que en Segunda B. Pero para mí eso son migajas. La verdadera solución de esta pesadilla que dura ya demasiado sería una regeneración total y absoluta del club, desde sus entrañas hasta su cúpula. Y si quieren hasta de este opinador y analista de la actualidad como yo. Un gol en el minuto 94 es la línea que separó ayer la crisis y las destituciones al sigamos adelante y aquí no ha pasado nada. Nos conformamos con una victoria cuando sabemos que seguiremos pasando hambre mientras el club siga secuestrado por quien sigue cómodamente sentado en su poltrona sin nadie que le cuestione. Y casi hasta lo llego a entender, no discuto sus intenciones pero sí sus formas y sus reiterados errores que han hecho del Tenerife un club a la deriva. Sin rumbo fijo y dando bandazos cada cierto tiempo. No creo que Pedro Cordero o Andrés García Tébar sean el problema. A ellos los han traído e intentan hacer su labor lo mejor que pueden. Ni siquiera los jugadores, todos voluntariosos pero muchos escasos de recursos para un rendimiento mayor. Tébar no vino solo, Cordero no vino solo, ni se autoinvitó para la dirección deportiva. Sin una victoria ayer, otra vez se hubiese culpado a Tébar, a Cordero, o a los dos. Como se culpó a Oltra, a Llorente, a Arconada, a Mandia, a Tapia, a Lorenzo, a Amaral, a Calderón… A todos menos al gato del callejón, porque tiene mas vidas que los gatunos y va dejando más cadáveres que el teniente Colombo allí por donde pasaba. Ayer señor Tébar, escapó, pero no dude que al próximo patinazo será liquidado. El gato ya se relame esperando su próxima víctima. Sigan bailando.
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El gato, por Óscar Herrera publicado por Ricardo Herrera →