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Esperanza Aguirre y el centralismo > Manuel Iglesias

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha cuestionado las autonomías, hablando de que devuelvan competencias al Gobierno central e incluso planteando que se disuelvan. Con ello, ha abierto un nuevo debate político, por si no tuviéramos ya bastante.
Hay algo de tontería porque habló de devolver las competencias en Sanidad y Educación y de la disolución de las autonomías, porque así, dijo, se ahorrarían 48.000 millones de euros. Lo que no aclaró es cómo se iban a ahorrar, porque en esa cantidad están las dotaciones para sanidad y educación y para ahorrárselas se tendría que no pagar a los médicos y a los profesores y no abonar otros gastos que están implícitos en la actividad. Se podrá decidir que lo administre el Estado -que es Madrid, que es donde se encuentra ella- o los gobiernos autonómicos, pero gastar ese presupuesto hay que hacerlo sí o sí.
Abrir el debate sobre la supervivencia de las autonomías cualquiera sabe si es una maldad de la señora Aguirre con Mariano Rajoy, porque es crearle un problema donde no existía en estos momentos. Así, el presidente del Gobierno tuvo que salir, sólo horas después, para decir que no se planteaba ningún conflicto al respecto.
Convendría recordar que las autonomías nacieron no por un capricho, sino como respuesta a una cuestión (que aún sigue latente, pero con mejor ubicación dentro de las instituciones), que era el nacionalismo vasco y el catalán y, en menor medida, el gallego, con unas reivindicaciones que estaban en la calle y que producían problemas y una creciente violencia.
Armar un Estado con unas comunidades con un sistema y las restantes con otro podía generar desequilibrios sociales relevantes y tensiones permanentes. Y más si tenemos en cuenta de que estamos hablando de los momentos de una transición de un régimen a otro. donde el camino se iba haciendo a cada paso y bajo amenaza.
Para no singularizar se creo el Estado de las Autonomías y si bien este no ha sido perfecto, ha mantenido el sistema en funcionamiento y, eso no lo puede negar nadie, ha acercado la administración más cerca de los administrados.
En Canarias habría que ver si estaríamos mejor dirigidos desde Madrid o en el Archipiélago, más cerca de la realidad poblacional y territorial. Comprender que en las Islas centralizar todo en una oficina en una sola capital, no es mejor para el ciudadano, no siempre es fácil de entender para quien no ha visto el mar como barrera.
Que las autonomías no son sacrosantas y probablemente hay aspectos en su funcionamiento (que no es igual en todas) que habría que revisar, es una cosa, pero otra distinta es volver a esos tiempos en que las autoridades canarias viajaban a Madrid con cajas de puros para los ministros para que aprobaran los expedientes que afectaban a las Islas y con manteles calados para las secretarias de los altos cargos para que tuvieran la deferencia de ponerlos algún día en la agenda y que los recibiera por unos minutos.