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Francis Hayman > Luis Ortega

Mientras la liturgia del premio mayor de las letras castellanas convierten a Alcalá de Henares en una ciudad tomada por las fuerzas de seguridad, la casa natal de Cervantes nos sorprende con la muestra de sus tesoros ocultos, reunidos con modestas inversiones y mucho ingenio en los últimos diez años. La instalación que conocimos hace años era un inmueble de medio pelo, restaurado con voluntad y poco gusto, amueblada con piezas desiguales, y distribuido como una casa de época, con salas aparentes y dormitorios pequeños, con algún que otro elemento de ornato, un santo popular, un crucifijo y un retrato anónimo del escritor que hoy celebramos. Ampliada sensiblemente, hoy tiene espacios de proyección y expositivos y unos contenidos que justifican que sus responsables han trabajado mucho y bien. “En el fondo de la casa”, el título de la exposición que contemplamos, reúne ediciones inéditas del Quijote desde el siglo XVI al XIX. Del curioso catálogo destacan publicaciones conmemorativas e ilustradas y un capítulo de impresiones de lujo que hacen las delicias de cualquier bibliófilo. A bote pronto, señalamos una joya editorial, La Galatea, fechada en Francia en 1611 y cuidada por Cesar Oudin; una minoritaria versión de las Novelas ejemplares, situada en Venecia y que sigue con toda fidelidad los textos cervantinos conocidos en la Península Italiana. También es notable, y en un período que críticamente no le fue favorable al autor del Quijote, una bella recopilación dieciochesca de las Comedias y entremeses. Pero la estrella de estos tesoros impresos, donde abundan las ilustraciones con la iconografía del hidalgo manchego -incluida la primera realizada en España en 1674 por Diego de Obregón- es un hermosísimo volumen fechado en Inglaterra en 1755, e iluminado por Francis Hayman (1708-1776) un pintor de variados registros que puso imagen a los grandes personajes literarios, fundador de la Royal Academy y bibliotecario en sus últimos años, que rompió con los clichés del Caballero de la Triste Figura y retrató, con sabrosa crítica, un ambiente burgués donde la lucha desigual del utópico justiciero contra los abusos y desigualdades sociales no pierde eficacia por su perfección y elegancia. La visita a la casa donde nació y vivió sus mocedades el Manco de Lepanto tiene, sin duda alguna, nuevos estímulos, de todos los géneros y la admiración de los eruditos y del público sencillo.