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Ahora que nos ha caído encima un manto espeso de recortes, no estaría mal recordar cosas que siguen siendo gratis (o al menos baratitas). Pasear. Sacar libros de la biblioteca. Leerlos.Leerlos en un parque público un día que haga bueno. Bailar. Comerte despacio una chocolatina para poder después chuparte los dedos pringosos. Hacer reír a un niño chico. Conversar con un amigo. Indignarse. Prescindir de ver las noticias al menos una vez a la semana.
Ir a la playa. Oler el mar. Dormir. Soñar cosas muy absurdas y luego recordarlas. Llorar hasta quedarse a gusto. Imaginar. Ver una buena película (en casa). Discutir la alineación de la selección nacional. O la del Tenerife. Rebuscar entre la oferta cultural y ver qué exposiciones, conciertos o actos son gratuitos o asequibles. Acordarte de un momento en el que te hartaste a reír, y volver a reír hasta hartarte.
Salir a hacer un poco de footing. Darse uno mismo un masaje en los pies. Dejar que alguien te bese el cuello. Tirar los desperdicios en una papelera y no en el suelo. Enmendar un error. Disfrutar del silencio. Subirse a un columpio (si no hay niños en cola).
Intentar recordar los cincuenta estados de los Iuesei. No tener miedo. Maravillarse ante lo simple. Gozar viendo un atardecer mientras uno finge que no es tan cursi como para eso. Ser amable con alguien que te cae mal, y saber que eso te hace mejor. Tener razón.
Ser un poco optimista. Lo justo, para ir tirando.