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Mingote > Miguel Tejera Jordán

Se nos ha ido Mingote, de la misma manera que se nos está yendo España. Con la diferencia de que Mingote se va al cielo y nosotros al carajo. España y sus 17 taifas ya no tienen solución, porque son un problema. Un grave problema para Europa y el mundo, pero, sobre todo, para la propia España y para los españoles.

El paro crece descontrolado, las pequeñas y medianas empresas cierran sus puertas un día sí y el otro también. Las filas del desempleo dan tantas vueltas a tantas manzanas de este país, que a buen seguro, los astronautas pueden verlas desde el espacio exterior. Bajan las bolsas, suben las primas de riesgo, el Gobierno recorta bolsillos, bolsos y calzoncillos, para dejarnos a todos en bragas. Y, mientras, los pasos de la Semana Santa salen de los templos, allí donde les deja la lluvia, ignorando por completo la que nos está cayendo encima. Felices, qué sabrán los santos de madera policromada lo que se cuece por estos lares.

No llueve, los campos se secan, las simientes no prosperan, los montes se queman -o los queman, que esta es otra- ; los barcos de pesca están amarrados y ya no traen ni fisco de pescado del caladero canario-sahariano, que ya nada tiene de canario y sí de marroquí. De hecho, los escaparates de las pescaderías no ofrecen más que percas y pangas traídas de no se sabe bien dónde. Paralelamente, en los congeladores sólo se ven especies llegadas del Pacífico, en concreto de Samoa o de Nueza Zelanda.

No hay papas del país, que seguramente se han perdido por culpa de la sequía. Y las únicas que uno se puede llevar a la boca nos llegan de fuera, de Reino Unido o de Israel, por más que las envasen aquí y nos las intenten colocar como papas de Canarias. Aún recuerdo cuando nuestras papas eran exportadas al Reino Unido, que ahora es el que nos las vende a nosotros, por más que no sirvan ni para una ensaladilla.
A pagar toca: suben la luz, la bombona de butano, la gasolina y el gasoil. También el IBI, el agua de abasto público, las tasas de la basura, el impuesto de rodaje, el precio de barcos y aviones (ahí, en los aviones, nos duele a los isleños, y no poco). Vuelan las becas, las inversiones en infraestructuras públicas, que generarían mucho empleo que se destruyó con el ladrillo.

Dicen que lo primero es el déficit. Que tenemos que ser creíbles. Que debemos demostrar a los mercados que somos capaces de pagar nuestras deudas del pasado. Pero mientras hacemos números para pagarlas, nos damos cuenta de que no crecemos. Así que cuando gastemos en pagar las deudas todo lo que debemos, ya no quedarán trabajadores en activo, ni pequeñas y medianas empresas abiertas.

Hasta hace poco, en los supermercados se notaba la bajona de compradores a mediados de mes. Ahora las clareas en los pasillos de los lineales se presentan más temprano.

Se nos fue Mingote.

¡Qué pena!

Espero que desde allá arriba haga algo para devolvernos la sonrisa.