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Policía en los colegios, por Sergio García De la Cruz

Desde hace unas semanas se ha generado un debate político sobre la conveniencia de que cierta unidad policial imparta charlas en los centros escolares. Sin entrar en este asunto concreto, si quiero extrapolar una de las afirmaciones que se han hecho estos días y llevarla a un plano general. Estos días se ha hablado de lo perjudicial que es que la policía complemente la labor educativa mediante la puesta en práctica de programas preventivo-educativos y se han hecho declaraciones como esta: “existen suficientes informes de especialistas en el área de las drogodependencias que consideran muy contraproducente que los miembros de las fuerzas de seguridad sean utilizados para estos fines”.

Pues bien, a medidos de 1983, un grupo de oficiales de la Policía de los Ángeles llegó a la conclusión de que la mejor manera de evitar el consumo de drogas era la educación en este sentido desde edades muy tempranas y la mejor forma de hacerlo era a través de los centros escolares. Con esta idea, nació el programa denominado DARE (Drogas, Abuso, Resistencia, Educación). Hoy en día se trata de un programa de carácter internacional implantado en más de 50 países, por lo que no hay duda de su efectividad. De hecho, la Administración de Salud Mental y Abuso de Sustancias (Samhsa), una agencia del Departamento de Salud y Servicios Sociales de EE.UU., lo incluyó en el Top 3 de los programas de prevención costo-efectivos. Barack Obama se unió, como sus predecesores, al programa. Sus palabras fueron: “sirve como un recurso para ayudar a educar a los jóvenes sobre la forma de resistir la presión y para que se abstengan del uso de drogas y la violencia”.

En España se hace bajo el Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad Escolar, con el que se persiguen los objetivos fijados en la Instrucción 3/2007 de la Secretaría de Estado de Seguridad.

Los agentes que visitan los colegios hacen que la relación entre los niños y la Policía sea más amistosa (muy positivo), pero no podemos obviar el hecho de que todo esto tiene sus matices. Cada tramo de edad requiere un programa concreto. Tampoco se puede obviar la formación dirigida al profesorado de estos centros (algo que se les ha pasado por alto). Los policías dedicados a tales menesteres deben estar capacitados: hacen falta personas abierta, serenas y tolerantes, capaz de orientar personal y profesionalmente a los alumnos, pero más importante aún es que sean ejemplares, con autoridad moral y madurez afectiva. Hasta el uniforme de ese día cuenta. En cuanto al formato de presentación de los contenidos, los programas que presentan la información combinando la transmisión oral con los medios escritos serian los más eficaces. Los programas con contenidos sobre tipos de drogas y sus efectos y sobre repercusiones negativas a corto y largo plazo, fueron más eficaces que los que no proporcionaron esta información.

Hoy conocemos que una intervención eficaz debe incluir al menos una fase de adquisición de conocimientos de determinados contenidos por medio de la transmisión persuasiva, una fase de adquisición de habilidades mediante variados entrenamientos y tareas para casa y una fase de toma de postura personal culminada en un compromiso público sobre el uso de sustancias.

www.sergiogarciacruz.com