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Semana Santa > Leopoldo Fernández

Nos encontramos en plena Semana Santa, un tiempo en el que los creyentes conmemoramos la crucifixión, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios. Es la más importante fiesta litúrgica de la Iglesia católica y el acontecimiento religioso central del conjunto de creencias que suele marcar la trayectoria vital de los cristianos y la manifestación de su propia fe. Este periodo carece de significado para ateos y agnósticos y a no pocos católicos les sirve para combinar sus deberes religiosos con el ocio y el descanso, que nunca vienen mal, o para dedicarse exclusivamente a holgar, que de todo hay en la viña del Señor, como vulgarmente se dice. La religión, tan denostada por los que en estos tiempos de hedonismos y descreimientos se oponen a toda idea de Dios y proclaman un laicismo excluyente y pacato, forma parte de los sentimientos más íntimos de millones de seres humanos. Ser creyente o religioso no debe ofender a nadie porque, al fin y al cabo, las principales religiones siempre acaban por aplicar la doctrina de la misericordia y el alivio de los sufrimientos humanos. Los principios y deberes a que nos atenemos quienes sentimos y vivimos la fe se centran en procurar el cumplimiento de unos dogmas y principios que constituyen la esencia de la religión: básicamente, la creencia en Dios y el seguimiento de mandamientos y sacramentos. Con lectura de hoy, casi podrían resumirse en el encuentro con el prójimo y en la aplicación de los derechos humanos en toda su extensión. Las conmemoraciones y actos solemnes de estos días -en forma de procesiones, representaciones, adoración de la Cruz, Via Crucis, visitas al Monumento, Oficio de Tinieblas, Pasión de Cristo, misas de carácter especial, etc.- tratan de acercar al pueblo de Dios la figura del Crucificado y mostrar sus padecimientos y ejemplo de vida, las razones de su entrega por nosotros y su gloriosa resurrección, que es la piedra angular de la fe y sin la cual carecería de sentido la creencia en la vida eterna. Como afirmaba el escritor y profesor escocés Samuel Smiles, “la religión es la explicación del destino humano, la poesía de nuestra existencia en la tierra y la consoladora promesa de un futuro mejor”. Augusto Rodin creía que “la religión es el significado de todo lo que no se explica ni se explicará. Es la adoración de la fuerza desconocida que mantiene las leyes universales”. Muchos no lo ven así, y tienen perfecto derecho a pensar cómo lo hacen; otros muchos reclamamos la facultad de entender la vida de otra manera, como describen las Sagradas Escrituras y predica la Iglesia. Y a ello nos dedicamos estos días pensando en los beneficios de nuestra redención.