El policía local se bajó de la moto con cara de mala hostia. Lo normal cuando uno se pasa las horas con el culo pegado a un sillín. Peor se le puso cuando tiró del bolígrafo y el talonario de multas y se dirigió al sacerdote.
-A ver, usted. Buenas tardes. Su documento de identidad, ¡por favor!
El sacerdote, con los ojos como platos, se palpó con un gesto automático la sotana. Y luego esbozó una sonrisa de disculpa.
-Pues… Me va a perdonar usted pero no lo llevo encima.
-Indocumentado… Vaya… Hummm… Pues empezamos bien. Déme usted el permiso para ocupación de la vía pública.
-Pues… puesssss… Noooo lo tengo tampoco.
-Vamos mejorando. Ya están ustedes como los perroflautas. Hay que ver, con lo serios que parecían. Pues déme usted el permiso de circulación.
-Eeee… Perdone agente, pero es que no sé lo que me está usted pidiendo… De verdad… Yo… El Obispado…
-Ni el Obispado ni leche machanga. Vale… No lo tiene. Me imagino que tendrá usted los papeles del seguro.
-Dios mío, no. Ni siquiera sabía que tenía que llevar seguro.
-¿Ah no? Pues sepa que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Al menos tendrá usted el permiso de transporte, los papeles de la Inspección Técnica de Vehículos o, en su caso, el certificado de homologación de ese trasto.
-Oiga… Oiga… Ese trasto no es un trasto. Por el amor de dios.
-Le va a hacer falta el amor de Dios y algo más. Porque ya le voy avisando de que esto va por los mil ochocientos euros de multa, así que ya puede ir llamando al Obispado para que vayan sacando dinero del cepillo.
-Pero… Esto es una locura.
-Con esta locura llevo desde esta mañana, cascándole multas a todo el mundo.
-¿No se ha enterado usted de que los ayuntamientos están sin perras y que nos han ordenado que ordeñemos a todo el que se pueda y a todas horas? Y, por cierto, qué hacen esas dos personas ahí arriba.
-¡Pero por favorrrrr! Que son las imágenes de nuestro señor y su madre!
-Será lo que usted quiera, pero están encima de un vehículo y sin cinturón de seguridad. Esto son doscientos euros más por cabeza, o sea, cuatrocientos. Y ya vamos por dos mil doscientos euros. Se le va a caer la sotana, padre.
-Pero agente… Que esto es una procesión de Semana Santa… Que esto es un paso.
-Eso. Y formando colas. Doscientos más.
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