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Bankia > Alfonso González Jerez

La habilidad del Gobierno mariano para proclamar modestamente su rigor y probidad y, al mismo tiempo, demostrar su irrefrenable tendencia a la chapucería es única. Recuerdo que Mariano Rajoy llamó alguna vez a Rodríguez Zapatero “tonto solemne”; con la misma solemnidad el actual presidente del Gobierno ha atravesado la barrera sónica de la tontería y ahora se expresa en un lenguaje dadaísta, un zapaterismo verbal que ha logrado la autorrefencialidad perfecta. Hay que hacer lo que hay que hacer, se hará lo pertinente, haré lo que dije que no podía hacer, lo que no se puede hacer no se hará, haremos lo necesario para que este país salga adelante y un largo etcétera de paparruchadas que serían cómicas si no tratasen de nuestros garbanzos y los de nuestros hijos, y para las que Rajoy suele reservar cualquier sitio que no sea el Congreso de los Diputados. El Gobierno del PP ha insistido en que se encontró una situación mucho peor que la que pensaba. Obviamente Rodríguez Zapatero y los suyos mentían a sabiendas al sostener que se cumpliría el objetivo del 6,5% del déficit. Pero Rajoy y sus ministros mienten a su vez porque jamás creyeron una falsedad tan burda y atropellada. La Fundación de Cajas de Ahorro, ya en noviembre pasado, estimaba que el déficit superaría el 8%. Pandillas intercambiables de trileros.

¿Y la reforma del sistema financiero? ¿El PSOE obligó al Gobierno de Rajoy a desembarcar en el Ejecutivo sin una miserable estrategia al respecto? Una regla elemental de las intervenciones gubernamentales en las corporaciones bancarias establece que deben ser rápidas, discretas y decididas para evitar, como es obvio, la propagación de un pánico bancario. Pues bien: el Ministerio de Economía, y el propio jefe del Gobierno, se dedican a anunciar a cachitos la intervención en Bankia, y en un gesto charlotesco incomparable, el mismo Rodrigo Rato dimite. Todo el sistema financiero español comienza a tambalearse y se desata el terror en las bolsas y la prima de riesgo se dispara y el banco pierde 650 millones de su valor en tres días. Durante cuatro largos meses, en una situación de emergencia espeluznante, el Ejecutivo no hizo absolutamente nada. Ahora nacionaliza Bankia (diez millones de clientes) y, solo para empezar, deberá inyectar 7.000 millones de euros, de la misma manera que debe olvidarse de la devolución de los 4.500 millones de euros ya cedidos, que se transformarán en acciones. Y aquí no pasa nada. El señor Rato se retira con una morterada en el bolsillo. El gobernador del Banco de España, el señor Fernández Ordónez, deja su cargo en junio con una bonita pensión. Y los costes de la nacionalización de Bankia, sumados a los rescates del Banco de Valencia, Novagaliciacaixa y Catalynya Banc, para los que no se encontrará un euro en Bruselas, obligarán a nuevos recortes presupuestarios en el segundo semestre del año. El aforismo reza que los grandes bancos no pueden caer, al contrario que nosotros, que podemos ser aplastados una y otra vez, porque los grandes bancos somos nosotros. No sé a ustedes, pero a mí, como aforismo, me parece una burla basurienta.