Cuecen habas en todas partes. Pero no en todas de la misma forma. Mientras CEOE-Tenerife mantiene de momento una discreta neutralidad frente al Gobierno de Canarias, la Confederación Canaria de Empresarios ha roto ya el buen rollito de los últimos meses, el idilio ente Grisaleña y Rivero, acusando al presiente de no haber adoptado ninguna de las reformas estructurales necesarias para evitar la crisis económica y de conservar una Administración sobredimensionada, que se mantiene a costa de subir los impuestos. Según los empresarios grancanarios, serían esas decisiones las que han colocado a las islas al borde del precipicio.
Como no debe haber una de cal sin una de arena, los empresarios reconocen a Rivero la gravedad de la situación en la que se encuentra la región, y afirman compartir con el Gobierno regional que los recortes sufridos por las islas en los Presupuestos Generales del Estado no solo son desmedidos, son que vulneran la legalidad, pero también opina que el Ejecutivo canario ha optado por una salida cortoplacista y peligrosa que es la de subir impuestos. La declaración de los empresarios tiene su enjundia: demuestra que aquí se siguen solo dos libros de recetas para hacer frente a la crisis: uno es el de los Gobiernos, que es subir los impuestos, y otro el de la patronal, que apuesta por el despido como la solución de Fierabrás que todo lo arregla. Despedir en las empresas y despedir también en la Administración pública, para reducir el peso de lo público. La gradación de esas dos formas de atajar la crisis define hoy todas las opciones para salir de la bancarrota económica en la que se encuentra -junto a media Europa- este país en el que las cosas iban a cambiar a mejor desde noviembre del año pasado.
Y uno se pregunta porqué nadie escucha a los organismos internacionales -el último, la Organización Internacional del Trabajo, nada sospechosa de maximalismo-, a los premios Nobel de Economía, y a los pocos políticos que se han atrevido a romper con el pensamiento único y dicen que hay que replantearse estas políticas de recorte que nos han instalado en la recesión y nos llevan de cabeza al desastre.
En la vida corriente y moliente, cuando algo demuestra que no funciona, lo que hacemos en ensayar con otras fórmulas. Me pregunto porqué en el mundo de la gran política y la economía, cuando se adoptan decisiones que no funcionan, lo que se hace en sostenella y no enmendalla. La única respuesta que se me ocurre es que esas decisiones si están sirviendo para algo: para liberalizar (un eufemismo de privatizar) y dimensionar (otro eufemismo, esta vez de desmantelar) el mundo que construyeron nuestros padres y nuestros abuelos. No se a ustedes, pero a mí se me esta poniendo cara de chino.