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Con el activismo en las venas

Miriam Pérez durante una manifestación. / C. G.

NATALIA TORRES | Santa Cruz de Tenerife

Con la llegada de la democracia, el uso de los espacios públicos para la defensa de los derechos individuales y sociales cayó en el sueño de los justos. Parecía que, con los nuevos aires, los nuevos políticos, sería suficiente para que toda la maquinaria del Estado del Bienestar echara andar y se mantuviera en movimiento. 30 años después, las protestas en la calle han despertado. Esta misma semana, Santa Cruz ha sido escenario de múltiples protestas en las que educadores, sanitarios, vecinos y hasta los más pequeños han salido a la calle para defender sus derechos, los adquiridos, los mantenidos y que ahora simplemente desaparecen.

Eso mismo es lo que han hecho vecinos del barrio de La Salud, cortando el tráfico un día, protestando ante el Ayuntamiento otro y ante el Cabildo después, todo para intentar que el Consistorio rectifique y deje las guaguas del barrio de La Salud tal y como estaban antes de la reordenación de líneas que tuvo lugar la semana pasada.

Entre estos vecinos, dos hermanas sobresalen en las protestas, Conchi y Miriam Pérez, dos mujeres cuya tenacidad en la defensa de lo que creen justo las llevó a los calabozos de la policía durante unas horas. La trayectoria vital de estas mujeres las convierte en líderes natas: “Nuestro padre -Moisés Pérez Suárez- fue uno de los fundadores de la Unión Sindical Obrera (USO) en Canarias”, recuerdan ambas con enorme orgullo. Cuando se les pregunta por qué han decidido tomar la calle para protestar responden casi al unísono. “Primero, porque somos usuarias de esas guaguas y nos afecta directamente el recorte de líneas, y segundo, porque en el barrio hay muchas personas mayores, que no pueden caminar, que no tienen dinero para coger el tranvía y porque además no nos pueden obligar a cogerlo, que es lo que pretenden que hagamos”.

Conchi Pérez, a sus 60 años, recuerda cuando salia por la noche con su padre en el franquismo. | C.G.

Lucha

Conchi Pérez, con 60 años, recuerda como, con tan sólo 13 años, salía con su padre aún en la época del Franquismo a “poner pegatinas, carteles, folletos, siempre de noche para que no nos cogieran”. La mayor de las hermanas también tiene un especial recuerdo para su madre y “para todas las mujeres que en aquella época se encargaban de mantener la unidad familiar y servían de apoyo, quemando papeles durante la noche para proteger a sus maridos”. Conchi no se considera sindicalista porque “nunca he estado afiliada a ningún sindicato”, pero sí activista. Enfermera de profesión, fundadora de la Asociación de Vecinos Santiago Apóstol en el barrio de La Salud, reconoce que con la llegada de la democracia pensó que podía tomarse un respiro. La enfermedad de su padre le hizo darse de bruces con la realidad de muchas personas mayores, “no ses les trata como merecen”. Este sentimiento la llevó a fundar la Asamblea Sociosanitaria de la que es presidenta y en la que da visibilidad a los problemas de los mayores.

Miriam Pérez, 15 años menor que Conchi, también presume de sus raíces, como no podía ser de otra forma. “Mi madre dice que ya desde chiquitita apuntaba maneras”, comenta entre risas. Después de 16 años trabajando como administrativa en el despacho de abogados del sindicato UGT, un ERE llevó al paro a esta vegetariana y antitaurina, una situación que no la ha desanimado en absoluto. “Creo firmemente en que la labor de cualquier sindicato es asesorar y defender los derechos de los obreros, incluso cuando ya no tienen dinero para pagar la cuota porque están en paro”.

En el mes de noviembre pasado, Miriam formó la asociación Parados Unidos, de la que es portavoz, y con la que pretende “darle voz a un colectivo que es una de las principales víctimas de la exclusión social”. Miriam y Conchi se defienden de los calificativos que desde algunas instituciones les han ‘regalado’: “No somos violentas, ni histéricas, ni locas, somos personas que nos defendemos de lo que consideramos una injusticia”.