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Día de Canarias > Francisco Pomares

Cientos de funcionarios vestidos de negro plantarán hoy sus reales frente al Auditorio de Tenerife para afear a los políticos la celebración del Día de Canarias en estos momentos de crisis. Se trata de la protesta culminante de unos meses de movilizaciones en las que los funcionarios y empleados públicos de Canarias, sin encomendarse a consignas ni instrucciones sindicales, vienen manifestándose todos los días desde hace meses, paseando frente a los edificios de servicios múltiples de las dos capitales canarias. Lo hacen en las horas asignadas para el desayuno, con lo que su protesta no puede ser considerada una huelga, aunque se produce dejando los centros de trabajo. Animados por la continuada respuesta a esa protesta espontánea, han convocado ahora movilizaciones por el deceso del Estado de Bienestar, publicando en los medios esquelas pagadas con dinero recogido en pública colecta, y movilizándose vestidos de luto.

Tienen los empleados públicos sobrados motivos para quejarse: en los tiempos de vacas gordas su poder adquisitivo no aumentó parejo al de otros trabajos, aunque sí creció el volumen de la Administración. El sector público tiende al engorde de sus filas antes que al aumento en los salarios. Ocurre aquí y en todas partes. Llegado el tiempo de las vacas flacas, los recortes se aplican por igual a todos: los salarios se han reducido ya entre un cinco y un 15 por ciento, y a partir de julio, volverán a sufrir un nuevo recorte del 10 por ciento.

Comprendo el enfado de los funcionarios y simpatizo con sus movilizaciones. Pero no comparto con ellos que el acto del Día de Canarias no deba celebrase. Este año se ha abandonado el guión tradicional de la celebración, eliminando el ágape y los elementos más festivos. Se ha reducido el encuentro limitándolo a sus aspectos cívicos y de reconocimiento de valores y trayectorias, y lo único que queda por ver es si la intervención del presidente estará a la altura de las circunstancias, o volveremos a encontrarnos con el discurso típico de Rivero en el país de las maravillas, ese reiterado “aquí estamos mejor que en todos lados, aquí hemos crecido más, aquí saldremos antes de la crisis”…

Entiendo que ese discurso moleste a los empleados de la Administración canaria, en medio de recortes de salarios y de servicios, pero también me preocupa el componente antipolítico, antisindical, y -si me apuran- antisistema de la espontaneidad funcionarial. Me preocupan los mensajes antidemocráticos que circulan por internet y la consideración de que la vía política está agotada. Si quienes son responsables de que funcione la maquinaria pública rechazan la política y los instrumentos tradiciones de la democracia -partidos, sindicatos, elecciones y gobiernos-, entonces es que algo está definitivamente roto y quebrado en nuestra sociedad.