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“El pueblo árabe exige lo mismo hoy que hace años: pan, justicia y libertad”

SANTIAGO TOSTE | Santa Cruz de Tenerife

OLGA RODRIGUEZ-PERIODISTA
Olga Rodríguez se sumó esta semana al foro Enciende la Tierra. / FRAN PALLERO

Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe, el nuevo libro de la periodista Olga Rodríguez, aparecía este jueves en las librerías. Y también esta especialista en Oriente Medio participó en la cuarta y última sesión del foro Enciende la Tierra, un espacio para la reflexión que organiza CajaCanarias. Sobre Oriente Medio y sobre periodismo, de revoluciones y de la lucha de los pueblos por la dignidad, conversó con DIARIO DE AVISOS.

-Acaba de publicar Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe. No es fácil definir en pocas palabras lo que es la primavera árabe. ¿Cómo lo haría usted?

“Ahí se dan dos aspectos muy importantes. Uno es el contexto político, con países con dictaduras muy crueles, con gobiernos que llevaban décadas en el poder y actuaban amparados por las potencias occidentales. Pero el factor determinante es la situación económica. La brecha entre ricos y pobres ha aumentado, y eso también responde a la implementación de unas políticas económicas impulsadas por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial. En los últimos años de la década de los 90, cuando países como Túnez o Egipto firmaron acuerdos con el FMI, se inició una oleada de privatizaciones de empresas públicas y se redujo la inversión en servicios como la sanidad o la educación”.

-Ha hablado con muchos de los protagonistas de esta lucha. Si buscara un elemento común a todas esas personas, ¿cuál sería?

“Uno de los lemas más coreados por los jóvenes árabes es Pan, libertad y justicia social. Pero no son demandas nuevas. Detrás de las revueltas hay gente que trabaja desde hace años por los derechos humanos, por la igualdad social, por acabar con la corrupción y la represión. Oriente Medio fue colonizada y ahora sufre un neocolonialismo, sigue intervenida económicamente. Ahí confluyen muchos intereses. Y me parece descabellado cuestionar el carácter genuino de las revueltas. Los gobiernos y la CIA conspiran, pero los pueblos también, contra la opresión y la injusticia social”.

-¿Qué momento atraviesan ahora estas revoluciones? ¿Hay riesgo de una marcha atrás?

“Hay casos llamativos, como Yemen, Bahrein, Egipto o Siria, donde, a pesar de las dificultades, la gente sigue echándose a la calle. En ellos, en Túnez, en Libia, existen redes sociales muy sólidas, con capacidad para organizarse en pocas horas y ejercer presión contra los gobiernos. A la vez, se da un fenómeno sociológico: la gente menor de 35 años ha cambiado el modo de entender sus vidas”.

-¿Cuál es el papel de Occidente en esa búsqueda de libertad?

“Occidente es muy responsable de la situación en Oriente Medio. La mayor parte de las dictaduras han sido apoyadas por Europa y Estados Unidos. Mubarak, el dictador egipcio, era uno de los principales aliados de Washington en la zona, junto con Israel y Arabia Saudí. Ejercía una represión brutal, donde la cárcel, la tortura, era el destino de cualquier discrepancia. Y Occidente sigue siendo responsable ahora. El ejercito, la junta militar que controla Egipto desde que cayó Mubarak, recibe desde 1981 una ayuda anual por parte de Washington de 1.300 millones de euros. Y éste es el ejercito que en menos de un año ha atacado a los manifestantes, con más de 100 personas muertas y miles de heridos. Y es también el ejercito que ha juzgado en tribunales militares a más de 12.000 civiles. Luego, a nivel económico, los organismos internacionales presionan para aplicar políticas que sólo benefician a una élite. Todo está interconectado. Hasta el punto de que, por ejemplo, el que fuese ministro de economía de Hosni Mubarak era uno de los tres cargos más importantes del FMI hasta el estallido de las revueltas. Este hombre se refugió en Londres, pero fue juzgado en Egipto por corrupción y condenado a 30 años de cárcel”.

-Entre los analistas no hay consenso al evaluar la importancia que han tenido las redes sociales, Internet, en estas revueltas. ¿Cuál es su opinión? ¿Hubieran sido posible sin la existencia de estos nuevos instrumentos de comunicación?

“Sí, sin duda. Estas herramientas han sido importantes, pero no decisivas. El 27 de enero, dos días después del inicio de las revueltas en Egipto, el régimen cortó internet y la telefonía móvil. Y entonces la gente acudió a los métodos tradicionales: a reunirse en las casas o a llamarse por teléfono fijo. Internet ayuda a romper la censura y el pensamiento dominante, y los jóvenes árabes han sabido aprovecharlo. Facilita las cosas e hizo que todo fuese más rápido, pero no fue el instrumento definitivo”.

-Ayer participó en un diálogo con Juan Manuel Pardellas, director de DIARIO DE AVISOS, sobre los éxodos y los campos de refugiados que surgen tras cualquier conflicto bélico. ¿Nos hemos inmunizado ante estos dramas que ocurren tan cerca de nosotros?

“En demasiadas ocasiones, sí. Y de eso tenemos mucha culpa los medios de comunicación. No tanto por cómo hacemos periodismo, sino por los formatos que se han impuesto. No se puede contar la realidad en 22 minutos de informativo, ni una tragedia o un crimen de guerra en un minuto. Y sin embargo, lo hacemos. Eso, de alguna manera, nos empuja a la inactividad, a la pasividad. El maestro Kapuscinski decía que el periodismo hay que ejercerlo con la voluntad de cambiar el mundo a mejor. Tiene que haber un compromiso al relatar las cosas. Y la población también tiene que tener claro que no somos meros súbditos consumidores de información. Hemos de asumir que eso que les pasa a los otros también nos puede pasar”.