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Espejito, espejito…

Por Rebeca Díaz-Bernardo

La moda de las madrastras es algo que fluctúa en el tiempo y en la sociedad dependiendo, supongo, del índice de divorcios o separaciones que haya en el mundo, y para decir esto me baso en el cambio que ha dado el papel de las madrastras sobre todo en la literatura infantil y en el cine. Porque hasta hace pocos años, una madrastra era un ser vil y cruel que vejaba, humillaba y maltrataba a Cenicienta, a Blancanieves o a las gemelas idénticas de Yo a Boston y tú a California, en un mundo en que una madrastra probablemente era lo más necesario ante la gran tasa de defunción de mujeres al dar a luz y la necesidad de una persona que se encargara de los niños, de su educación y de que crecieran bajo la tutela de una nueva figura femenina, que en muchos casos solía tener después sus propios hijos y de ahí todo el merequetengue de odios, envidias, rencillas y demás entre hijos, hermanastros, hijastros y todo eso.

Hoy en día, a raíz de la proliferación de los divorcios, la importancia de la madrastra y de una connotación positiva del término ha aumentado también, a pesar de que madrastras (y suegras) tienen en muchos cuentos de hadas el papel de la mala, la destructora de la armonía familiar y son el opuesto de la madre, la hacedora y dadora de vida. La sociología familiar defiende la tesis de que en todas las familias hay parejas con una gran proximidad emocional, padre y madre, padre e hija o madre e hijo, debido a las cuales el resto de parejas se alejan, y he aquí que, en el caso que nos compete hoy, resulta que cuando la hija crece y se hace mujer, compite con cualquier otra mujer de su entorno por tener el control, el rol social de la madre como mujer adulta, e incluso puede llegar a competir con la propia madre, así que pensándolo en frío… ¿qué no hará con la madrastra al competir por el cariño del personaje masculino?, que en este caso es el padre, seamos sinceros, muy pocas veces aparece un padrastro malvado en los cuentos de hadas y parece ser que los conflictos, cómo no, son siempre cuando hay demasiadas mujeres de por medio. Y es que el papel de una madrastra moderna es muy difícil, y doy fe de ello, porque para empezar, no somos madrastras.

Una madrastra es una madre postiza, es la persona que ocupa el espacio de una madre, poniéndonos drásticos es la mujer que educa y cría a los hijos de otra mujer porque ésta ya no está. Punto. Si eres la segunda (o tercera) esposa de un padre, eres eso, la esposa de un padre, pero no por ello eres la madre de sus hijos porque ellos ya tienen la suya. Por descontado hablamos de los casos en que esta madre existe, está presente, no ha fallecido o se ha ido a América a por tabaco, vaya esto por delante.

Para continuar te pongo el dato de que en inglés, a la madrastra se le llama step- mother que cruelmente viene a significar algo como madre de paso, o sea, que pasas por ahí y te colocan el título de madre de las criaturas pero solo para las maduras, porque a las duras que Dios te libre de levantar la voz o de recriminar un mal comportamiento porque enseguida llamará por teléfono la madre full time para echarte en cara que tú no tienes ningún derecho a llamar la atención a la adolescente que apunta maneras de competencia desleal por el cariño de su padre.

Ya para rizar el rizo te prevengo para que te olvides de que el día de la Madre te vaya a caer un detallito a menos que tus hijastros (otro término que aborrezco) tengan más de treinta años y sepan algo de la vida. No señoras, el primer domingo de Mayo las madrastras somos las olvidadas, las que no existen a menos que tengamos hijos propios.

El primer domingo de Mayo nadie se acuerda de esas tardes escuchando desamores de adolescentes que tú no has parido pero con las que te toca convivir cada dos fines de semana, y quien dice mal de amores dice noches de fiebre, estómagos del revés, salidas escopetadas al médico, ayuda con la tarea escolar, compras de regalos de Navidad buscando la muñeca justa o el juguete adecuado, consejos de vestuario para primeras citas, regaños para que nadie hable con la boca llena o se cepille los dientes después de cada comida, horas de entrenamiento de cómo planchar una melena sin quemarla o delinear párpados con pulso firme… Francamente, como todo en esta vida y visto desde la perspectiva que da la edad, una se harta porque ni compite por el cariño de un padre ni pretende hacerse con el puesto de una madre, y verdaderamente cansa hasta la saciedad estar siempre en guardia y a la defensiva de la siguiente malcriadez, por lo que ¿a quién no le extraña que llegado el momento se le cruce el cable a Julia Roberts o a quien sea y ya hartita le meta una manzana pocha en la bolsa de la merienda a la nena?