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La amnesia > Domingo-Luis Hernández

En el año 1993, el escritor italiano Antonio Tabucchi permitió que la editorial Feltrinelli de Milán reeditara su primera novela, que se llama Plaza de Italia. La había escrito cuando era un hombre de treinta años, en el año 1973, y pudo publicarla dos años después, en el 75. ¿Cuál fue la razón por la que el cuidadoso Antonio Tabucchi volvió sobre ese punto lejano de su trayectoria narrativa? Por un asunto capital al que debe añadírsele una extensión no menos importante. La extensión: estaba cerca la aparición (en 1994) de la paradigmática novela Sostiene Pereira; la razón: volver sobre la historia de Italia porque los italianos (adujo Tabucchi) tienen tendencia a perder muy pronto la memoria. Es decir, la amnesia colectiva fue el motivo por el que Tabucchi se decidió a dar de nuevo a la estampa la novela de contenido más radicalmente político de cuantas escribió. Y es que, por perder la memoria, los italianos dieron la posibilidad a un tal Silvio Berlusconi de gobernar, incluso con mayoría absoluta, en su país. Esa desproporción, ese desequilibrio democrático encorajinó de manera especial a Antonio Tabucchi. Por la amnesia, porque por la amnesia, ya se sabe, se da y se quita.

El dar y el quitar lo supo, por ejemplo, un tal Franco en la tumba, cuando se percató de que los millares de voces que gritaban su nombre en la Puerta del Sol ahora se amarraban y componían (a Dios gracias, y a la cordura, a la madurez y a la responsabilidad también) nuevos principios y nuevas alternativas.

Eso también lo supo Adolfo Suárez, y eso lo entendió el PSOE hace pocos meses. Luego, el enfado de Antonio Tabucchi con Italia por Berlusconi era razonable. Pero fue así y poco podía hacer él para remediarlo. Solo ejercer el derecho (como otros en este mundo, pésele lo que le pese a los gobiernos en cuestión), estaba en su derecho y formaba parte de su conciencia y de su responsabilidad responder a semejante trastorno, con la decepción en su punto respecto de sus conciudadanos.

La explicación es asimismo consecuente: siempre hay gritos en la plaza a favor de los dictadores y siempre detrás de la columna de la plaza se encuentran los ojos inesperados que ven y aclararán en el futuro la identidad de los asesinos. Y, además, como aclaró Leonardo Sciascia, la memoria es circunstancial.

Sirve lo dicho para aclarar un hoy fatídico. Lo escribo al acumular sorpresa tras sorpresa por no encontrar a nadie que haya votado al PP. No se encuentran, pese a la concisa búsqueda, a que hayamos realizado un exhaustivo trabajo de campo con los alumnos y otros allegados. En Madrid, por ejemplo, salvo Esperanza Aguirre (que anda en su punto a poco de pasarse, y eso que dicen que el arroz es bueno), y pocos más.

Se lo comenté a una amiga del partido. Y me repitió lo esperado: mayoría absoluta para Rajoy, porque los ciudadanos quisieron que el PP gobernara así. Modestamente la corregí, porque si no es imposible explicar la amnesia y la amnesia, por razones de salud, siempre hay que explicarla. Le dije que los ciudadanos de este país votaron al PP porque el dirigente dicho se precisó amigo de los trabajadores (¡Dios bendito, conejos con escopeta!, me dijo un viejo comunista), por las promesas ínsitas en un programa electoral y por las soflamas de una campaña electoral. La amnesia tiene sentido por eso, le dije, porque lo que se ha descubierto es que ni amigos de los trabajadores, ni arreglar el país en una semana y de las promesas dichas ni una se ha cumplido, más bien lo contrario.

Asunto por reparar, pues. Mas, ¿cómo demonios se repara?, ¿cómo en Italia con Berlusconi? Me temo que va a ser así, le dije, y ella rió.

Veremos, insistí. Si ocurre como yo creo, una comida, pero mientras tanto hay que enderezar el entuerto.

Si lo que el PP dedujo de su ignorancia, en tanto suponemos (solo suponemos, con el PP solo podemos suponer) que una cosa es la oposición y otra muy distinta el gobierno, si eso es así, dos posibilidades. Una: aclarar de una vez por todas lo que es privativo del gobierno: mentir; dos: suspender las campañas electorales, para ahorrar, dado para lo que sirven. Además, este país (y tal como están las cosas) no puede permitírselo.

Luego, la enfermedad es grave, le comenté. De manera que si en las próximas prospecciones seguimos sin encontrar votantes del PP, hemos de exigir a las autoridades en cuestión que sean razonables, que no pongan más excusas, que un fracaso es un fracaso venga de donde venga (llámese Real Madrid o Fútbol Club Barcelona), que repitan las elecciones. Imprescindible. Los partidos políticos consecuentes han de aceptar que las mayorías absolutas no son regalo de los dioses, que son por causa de los votos. Y si no se encuentran los votantes…