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El ministro de las bombas de racimo y la hipocresía del binomio PSOE-PP

Recuerda un lector el bochorno que pasó España cuando, en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, el Gobierno de aquel entonces se postuló con entusiasmo para adherirse a un convenio internacional que prohibía las llamadas bombas de racimo sin reparar que era uno de los productos estrella de nuestras empresas armamentistas, en este caso Instalaza. Está claro que ya el asunto nació torcido, porque hubo que aprobar deprisa y corriendo un decreto para cumplir con el convenio, y la empresa en cuestión pide daños y perjuicios a España. Pues sí, lo que se imaginan: el actual ministro de Defensa, Jorge Morenés, era hasta un mes antes de las elecciones, el representante de dicha compañía de armamentos. Ahora es de suponer que será quien le pague la indemnización a su ¿ex? empresa.

Responsabilidades políticas, morales…

Lo peor no es que se permitan este tipo de incompatibilidades, sino que además se trate de un tema como el de las bombas racimo. Recuerda José Luis Cámara a otro español, el obispo de la Prefectura Apostólica de Battambang, el jesuita Kike Figueredo, que lleva unos treinta años ayudando en esta zona de Camboya, considerada la más minada del planeta. Porque, aunque no sea el único, la billetera de Morenés rebosa de la sangre de los inocentes de medio mundo.

No se dan cuenta

Están idos, en su mundo. Carlos Dívar no se da cuenta de que tiene que dejar la Presidencia del Tribunal Supremo o lo van a echar a gorrazos. Alfredo Pérez Rubalcaba no se da cuenta de que nunca ganará las elecciones generales. Mariano Rajoy no se da cuenta de que debe echar algo de carnaza. Pero, sobre todo, la gente apenas se da cuenta de que algo está pasando.