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La Reserva…predilecta en el mar

[apunte]Un vergel de fauna marina que hay que mantener. Los técnicos de la Agencia del Mar subrayan que “la orden de la Reserva sigue en vigor”. “Si hay coordinación de las administraciones se puede mantener. Pueden hacerlo entre el Seprona, la Guardia Civil, la Policía Local… lo único que hace falta es que haya una figura de coordinación para que la vigilancia sea eficaz”. / CÉSAR BORJA (ACFI PRESS)[/apunte]

EUGENIA PAIZ | Tazacorte

La gente de mar en La Palma, unas 70 familias donde padres e hijos, como hicieran antes sus abuelos y sus bisabuelos, se dedican día tras días, sin vacaciones y con muchos sacrificios a la pesca artesanal, han conseguido mantener a flote y con no pocos sinsabores esta actividad minoritaria del sector primario durante décadas. Ahora, en pleno siglo XXI, tras pocas bonanzas económicas y con muchas dificultades mantienen, aunque con distinta intensidad, la incertidumbre sobre las consecuencias del “desmantelamiento” de la Reserva Marina de La Palma.

Pese a que el Ministerio de Medio Ambiente rechaza por principio utilizar ese término, y reduce los recortes llevados a cabo a una eliminación de actividades divulgativas tras el sorpresivo cierre del Centro de Interpretación en el Faro de Fuencaliente, lo cierto es que a esto se suma el cierre de las oficinas de la Reserva, en el puerto bagañete, y la notable reducción de la vigilancia, la clave fundamental para garantizar que no se producirá la temida pesca furtiva en la Reserva más profunda de España, con una superficie de 3.455 hectáreas.

En cuestión de meses la pesca furtiva, fundamentalmente en la etapa más crítica, el verano, podría dar al traste con el trabajo de recuperación de los últimos 11 años. El medio marino en La Palma ha sido hasta ahora fuente de recursos y los más optimistas esperan que, aún sin vigilancia, los palmeros protejan este espacio privilegiado, lleno de vida.

Lejos de los despachos ministeriales, algunas millas mar adentro, pescadores como Alejandro Martín Arrocha, hijo, nieto, bisnieto y hermano de pescadores, no sabe qué deparará la reducción de la vigilancia, sobre todo de cara al verano, pero sí afirma que “el pescado que se ha recuperado al proteger la zona no sale de la Reserva y nosotros no podemos entrar”.

Las capturas que consigue saliendo a la mar cada día a las 4 de la mañana le permiten, con dificultades, sacar adelante a sus tres hijas. “Cuando salgo de aquí me voy a los plátanos. Con la pesca no nos llega para vivir todos los meses”.

Su hermano Francisco, hombre curtido por la sal y por los rayos del sol durante treinta años, soportando lo que llama “el carácter complicado del mar”, imprevisible y violento una veces, dulce y agradecido otras, reconoce ahora, con la mirada perdida en el horizonte azul que “prefiero trabajar en la agricultura porque en la mar se pasa muy mal, a veces con miedo porque sales con un día bueno y vuelves luchando para no perder el barco contra las olas, sin saber cuánto tiempo pasará antes de poder llegar. Recuerdo muchos días de entrar en el puerto llorando. Se pasan muchos trabajos ahí dentro”. Su hermano Alejandro asiente: “Trabajas sólo pensando en llevar la comida a casa”.

Otra cara más amable de la profesión la ofrecen Samuel Camacho y Moisés Martín Camacho, primos, con 30 y 33 años respectivamente, y entregados a esta dura profesión porque “nos gusta, no por tradición”. Samuel trabajó antes en las jaulas de las piscifactoría y su primo Moisés, después de años en Tenerife, recurrió a la pesca como medio de vida. “Empezamos a trabajar a las 3:30 horas de la mañana, salimos y elevamos las nasas para coger el camarón y luego los tambores después de tirar muchas millas”.

La amenaza de la crisis

Varios pescadores consultados por este periódico afirman sin rubor que “en la zona de la Reserva Marina se ha pescado con y sin vigilancia” pero “ahora con menos vigilancia los furtivos se van a poner las botas y en unos meses eso se va a notar. Tenemos marcado en el GPS de los barcos los límites de la Reserva, que también están marcados en tierra, y los beneficios de la Reserva se notan en que hay mas capturas de viejas, son más grandes”.

Entre los pescadores “ya se ha dado la volada” de que “se van a preparar más redes, más barcos” para entrar en la Reserva, aunque siguen recordando las consecuencias de las duras sanciones económicas si comenten la infracción medioambiental de capturar pescado en la zona, con multas que pueden llegar hasta los 300.000 euros. Pese a todo “son tiempos de crisis y hay gente que lo está pasando mal”.

Ese espectro social traspasa con creces al sector de los pescadores. Gentes de mar que prefieren mantenerse en el más absoluto anonimato y que nos obligan a apagar la grabadora en nuestra conversación, aseguran que “se cogen decenas y decenas de kilos de pescado por gentes que según la ley no pueden capturar más que cinco kilos. Ese pescado se regala entre los familiares, pero otros lo venden y eso significa que los pescadores no pueden vender el suyo. Muchos ya lo están haciendo para no ir a la tienda, pero para otros es una entrada más de dinero en casa porque las cosas están difíciles”.