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Mucho mejorado, mucho por mejorar>Luis Padilla

Dos victorias, seis goles a favor y ninguno en contra. Ese es el balance del Tenerife en sus dos últimas apariciones. Son números contundentes, de esos que obligan no a ver la botella medio llena, sino a punto de rebosar. Sería un error, porque el camino por recorrer es largo y el fútbol desplegado sigue sin invitar al optimismo. El equipo blanquiazul gana (y golea), pero no es solvente. Con Quique Medina como entrenador ha mejorado en muchos aspectos del juego, pero aún necesita resolver numerosas deficiencias.

LAS MEJORAS. El Tenerife es más equilibrado desde la llegada de Quique Medina al banquillo y de Kitoko al terreno de juego, por lo que el equipo no se parte en mediocampo y tiene más continuidad en el juego. Además, ha encontrado una vía de desequilibrio en la banda derecha (más por la calidad de los centros de Chechu que por su capacidad de desborde) y ha confirmado que la mejor versión de Perona aparece cuando juega junto a un delantero-tanque. Asimismo, el técnico ha acertado, deportiva y socialmente, al prescindir de algunos fijos como Luismi Loro, Cristóbal o Tarantino. Sobre todo en el caso de los dos últimos, muy cuestionados por el Heliodoro y habitual fuente de conflicto entre el equipo y la grada en los partidos como local. Así, el técnico ha eliminado una posibilidad de divorcio con los aficionados y ha consolidado un once titular para las eliminatorias de ascenso, una fase en la que resultará vital la participación de toda la plantilla, pero a partir de un estilo definido y una alineación determinada.

A MEJORAR. El Tenerife concede demasiadas oportunidades de gol. La obligación de Sergio Aragoneses es parar, de acuerdo, aunque ante Oviedo y Marino de Luanco intervino en más ocasiones de lo aconsejable. El equipo es de los menos batidos de la categoría, pero no es sólido, genera dudas en los laterales y aún comete errores de concentración en las acciones a balón parado. Además, no tiene una notable condición física y parece incapaz de jugar a un ritmo alto durante muchos minutos, lo que le lleva a presionar muy atrás (o, al menos, más atrás de la zona en la que presionan los rivales) y a ceder demasiado espacio al adversario cuando se repliega. Y con el balón, pese a que ahora tiene las ideas más claras y al menos sabe a lo que quiere jugar, no es solvente y vive más de la inspiración individual que del trabajo colectivo. Y en los últimos choques, tanto con García Tébar como con Quique Medina en el banquillo, no ha sabido remontar resultados adversos y se ha precipitado cuando ha tenido que jugar contra el marcador y contra el tiempo.

CONCLUSIÓN. Ninguna. El fútbol es raro y el Tenerife es aún más raro como para hacer vaticinios. Eso sí, ahora hay algunas opciones (y no pocas) de que ascienda de categoría. Hace un mes no había ninguna. Y eso es un grandísimo paso adelante.