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Por los senderos de la mar

El puerto de Talavera, en Barlovento, mantuvo también una intensa actividad interinsular. / DA

DAVID SANZ | Santa Cruz de La Palma

Procedente del catalán, la palabra proís, que significa “piedra u otra cosa en tierra, en que se amarra la embarcación”, por metátesis, ha derivado, tanto en La Palma, como en Tenerife y Fuerteventura, en porís, designando a los pequeños embarcaderos naturales que trufan las costas de Canarias y que jugaron un papel capital hasta hace medio siglo en las comunicaciones entre islas pero, sobre todo, dentro del propio territorio insular. La Isla Bonita cuenta con numerosos y bellos enclaves de esta naturaleza, en los que se conservan vestigios de la actividad comercial que jugaron en el pasado.

“Por el puerto salían las varas para los tomates, que pagaban a peseta, tea, verduras y entraban víveres”, nos comenta un vecino de Gallegos, en Barlovento, cuyo pequeño puerto estuvo operativo hasta que la carretera suplió el mar como vía de transporte a finales de la década de los 50 del siglo XX. Un embarcadero, como la mayoría de los que se encuentran en el norte, que descansaba bajo un impresionante acantilado. Un pequeño camino, por el que incluso llegaban a pasar “bestias” con la carga, inmunes al vértigo de la caída al vacío, era la vía que unía el mar con el poblado.

El responsable técnico de Patrimonio del Cabildo, Jorge Pais, destacó la importancia que han jugado los porís, sobre todo en el Norte de la Isla, donde las comunicaciones han sido más complejas con la urbe por tierra. Estos pequeños muelles, que no son otra cosa que “un espigón que se adentra en el mar” y se aprovechaban para hacer las funciones de un puerto, solo permitía acceder a pequeñas embarcaciones”. “De ahí se sacaba de todo; piñas de plátanos, estiércol, carbón, y traían todos los productos de primera necesidad”.

La Fajana de Franceses, en Garafía, uno de los muchos embarcaderos con los que contaba el municipio norteño. / DA

Pais destacó del Norte, por su actividad, los embarcaderos de Talavera y Gallegos, en Barlovento; La Fajana de Franceses, Santo Domingo y Lomada Grande, en Garafía, y los porís de Puntagorda y Tijarafe, en sendos municipios. Cabe destacar que se conservan todavía topónimos derivados de la actividad que giraba alrededor de los puertos, como el de “rodaderos”, que eran cuestas empinadas, cercanas a los aserraderos, por las que se echaban a rodar los troncos para que fueran directamente al mar, donde los recogían los barcos.

Estas embarcaciones no sólo trasladaban mercancía, sino que también llevaban personas, dado que el trayecto era más rápido y, en ocasiones, hasta más seguro que por tierra. Muchos palmeros iniciaron desde estos recodos de tierra que invaden el Atlántico la travesía del emigrante hacia la tierra prometida, primero Cuba y luego Venezuela.

Otra de las actividades a la que estaban ligados los porís del Norte es al transporte de la brea. Un producto que se extraía de destilar la madera del pino en hornos hechos ad hoc y se empleaba fundamentalmente en La Palma para calafatear los barcos y el sellado de los barriles. En este sentido, cabe recordar que la capital palmera disfrutó de un próspero negocio de astilleros.

Aunque Pais, que ha investigado con el Cicop el universo etnográfico de la brea, indicó que también se exportaba al exterior.
“Había toda una industria alrededor de la brea”, sentenció.

Distribución

En un trabajo publicado por Alfredo Mederos Martín y Gabriel Escribano Cobos, en el número 46 del Anuario del Instituto de Estudios Canarios, titulado Puertos y fondeaderos de La Palma, se hace un recuento de los puertos naturales de la Isla, contabilizando un total de 31, incluyendo el puerto de Santa Cruz de La Palma.

Los autores destacan que en el muelle donde se centraba toda la actividad comercial, de manera que no se evadieran impuestos, era el de Santa Cruz de La Palma. “El único puerto alternativo, y siempre en una posición dependiente, fue el de Tazacorte, que se encontraba en la banda opuesta a Santa Cruz de La Palma, la occidental, y contaba con los grandes ingenios de azúcar de Argual y Tazacorte”. De hecho, aseguran que hasta el siglo XVII, junto con el puerto bagañete, Puerto Espíndola (San Andrés y Sauces) y El Guindaste (Puntallana), comerciaban con Flandes. La caída del comercio del azúcar concentró toda la actividad en Santa Cruz, mientras que en el resto de los pequeños puertos “el tráfico será principalmente insular o, como mucho, de cabotaje interinsular”.

Imagen de la costa de Puntallana donde se encuentra Puerto Trigo. / DA

Por municipios, Garafía se lleva la palma en el número de porís: La Punta de Izcagua; Lomada Grande; el puerto de Fernán Gil, en la zona de Cueva del Agua; el puerto de Santo Domingo, que, según Mederos y Escribano, es “el mejor puerto del Norte de La Palma a pesar de sus modestas condiciones”; el puerto de La Manga; la Caleta de don Pedro y el puerto de La Fajana de Franceses.

En Barlovento encontramos el porís de Gallegos, Punta Gaviota y el puerto de Talavera, que fue otro de los muelles importantes del Norte, con alcance interinsular. En San Andrés y Sauces están Puerto Espíndola; la Caleta de Orpefa, que se correspondería con el actual Charco Azul, y el puerto de San Andrés o de Las Lajas. Mientras que en Puntallana, se localizan el puerto del Guindaste; el Ancón; Puerto Paja y Puerto Trigo. En Santa Cruz, suman al puerto principal, la ensenada y Bajamar.

En Mazo también proliferan los embarcaderos como el varadero de La Sabina, la caleta de San Simón o la playa de Los Roques. En Fuencaliente se encuentran Puerto Viejo y La Zamora. Puerto Naos y la Caleta de Los Pájaros, en la actualidad Charco Verde, en Los Llanos de Aridane. Para terminar, Tijarafe disponía del porís de Candelaria y puerto Salinas, y el embarcadero de Puntagorda, salida al mar de este municipio.

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Singularidades prehispánicas existentes

Los aborígenes no navegaban o, si lo hacían, era de una forma muy esporádica, de ahí que estos puertos naturales no tuvieran la significación que alcanzarían tras la conquista en La Palma. Con todo, el arqueólogo Jorge Pais confirmó que están apareciendo una serie de cazoletas en su entorno. Recuerda que las primeras que vio fue en La Fajana de Franceses y no las tuvo en cuenta, pensando que se trataba de unas formas históricas. Sin embargo, asegura que en estos últimos años están apareciendo en Las Salinas de Los Cancajos y, ahora, en La Salemera, “donde también había una especie de embarcadero”. Al parecer, es frecuente en Lanzarote y Fuerteventura, mientras que en La Palma es más extraña su presencia. Pese a que los aborígenes no navegaran, Jorge Pais señaló que en el entorno de estos lugares hay poblados de cuevas, ya que se trataba de “un hábitat perfecto para ellos, especialmente en el Norte”. En este sentido, mencionó poblados de cuevas de gran valor como Lomada Grande, Santo Domingo y el Callejoncito, todos ellos en Garafía.

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