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Tim Burton & Johnny Depp, perdidos entre Sombras Tenebrosas

Johnny Depp caracterizado en su papel en Sombras Tenebrosas. | DA

EUROPA PRESS | Madrid

¿Se ha acabado la magia entre Tim Burton y Johnny Depp? ¿Se les gastó (como dice la canción) de tanto usarla? Los síntomas de desgaste que avistamos en Alicia en el país de las maravillas se agravan notablemente en Sombras Tenebrosas (Dark Shadows) una cinta estéticamente muy atractiva pero plana e incluso tediosa por momentos.

La octava colaboración del binomio Burton-Depp puede resumirse en una sola palabra: ‘deceppcionante’ (con una o dos ‘pes’, ustedes deciden). De un director que ha conseguido que su sello para contar historias se convierta en un adjetivo con el que se califica el trabajo de sus compañeros, se espera mucho más. Bastante más.

Sombras Tenebrosas se pierde en la pintoresca estridencia de escenarios y personajes, en el envoltorio que -como no podía ser de otra manera en el caso de Burton, es lo más cuidado de toda la producción- sin preocuparse por el interior. Y es que el contenido de este vistoso continente es una historia plana y sin ritmo que -y esto es lo peor que se puede decir en un filme de Burton- aburre a ratos.

Basada en la serie de los años sesenta, en Dark Shadows Burton disfraza a su actor fetiche -cómo disfruta Don Johnny pintándose, peinándose y demás para poner ‘caritas’- en Barnabas Collins, un joven de familia adinerada al que la maldición de una bruja enamorada (Eva Green) convirtió en vampiro y que ha pasado dos siglos enterrado.

Un excesivamente largo prólogo nos relata el germen de la historia y da paso a la presentación de los Collins actuales: una familia para la que el término disfuncional se queda corto. Estamos ya en 1972 y de la época dorada del clan que dio nombre a la ciudad en la que residen no queda nada. El polvo y la miseria se acumulan en cada una de las esquinas de su casi abandonada mansión.

En estas están los Collins cuando la providencia -y la estrategia empresarial de una marca de comida rápida que protagoniza la mejor, y puede que única, gracia atinada de la película- libera a Barnabas, que está dispuesto a que su clan, capitaneado ahora por la férrea Elizabeth (Michelle Pfeiffer), recupere la grandeza de antaño.

¡Liberad a Barnabas!

Pero dos siglos son mucho tiempo y las fórmulas del siglo XVIII no son muy útiles en estos locos setenta. Precisamente esa faceta, el rocambolesco encuentro de Barnabas con la época “actual”, es el aspecto que más desperdicia el guión de Seth Grahame-Smith. Ver de lo que hubiera sido capaz el Barnabas-Depp desatado y líándola por el pueblo en un par de escenas no hubiera estado de más.

Pero los tiros no van por ahí y la sombra de aburrimiento va poco cubriendo los cuidados diseños gótico-setenteros de Burton y su equipo hasta dejar el entusiasmo inicial, y por tanto el interés del respetable, por la suerte que corren los Collins bajo mínimos.

Entre el tedio general, podemos rescatar el trabajo de dos secundarios: Jackie Earle Haley, que encarna al conserje borrachín, y la joven Chloë Grace Moretz, la adolescente rebelde de la familia. Teniendo en cuenta sus anteriores trabajos (Wachtmen y Shutter Island y Kick Ass y Déjame entrar, respectivamente) también era de esperar. Ni siquiera eso es sorprendente en Dark Shadows.