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Bipresidente Rivero > Francisco Pomares

Si alguien en Coalición esperaba que su Congreso sirviera para sanar las heridas internas y ofrecer a la sociedad de Canarias un proyecto de nacionalismo unido para hacer frente a la crisis, se han quedado con las ganas. El Congreso solo se ocupó de la bipresidencia de Rivero, de devolver a Rivero el poder perdido. Rivero tuvo que renunciar a la presidencia de Coalición al verse obligado a cumplir una incompatibilidad establecida por él mismo cuando Adán Martín era presidente del Gobierno y Rivero no lo quería al frente de Coalición. Ahora ha convertido su regreso al cargo en el único asunto de interés en el Congreso de la fuerza política que gobierna esta región desde hace veinte años. Estaba tan decidido a ganar esta pelea, que no le ha interesado ningún otro asunto. Lo que se juega Rivero -o cree que se juega- es su futura nominación como candidato en 2015. Lo que Ángela Mena explicó en 2007, la noche en que -con Rivero como candidato- Coalición perdió unas elecciones por primera vez: “Paulino tendrá un ciclo largo, como el de Pujol en Cataluña…”.

Para lograr ese ciclo largo, único objetivo de su política personal, Rivero necesita controlar directamente la elaboración de las listas, y eso sólo puede hacerse desde la Presidencia del partido. No se fía un pelo de los suyos. Y a lo que se ve, cada día los suyos se fían menos de él.

Rivero ha logrado lo que parecía imposible: convertirse en bipresidente sumando menos de la mitad de los apoyos de los compromisarios que asistieron al cónclave coalicionero. Después de haber anunciado cínicamente que no tenía interés en el puesto, Rivero forzó la noche del sábado una reforma a cara de perro de los estatutos coalicioneros, para poder ser elegido. La camufló con un teórico refuerzo de la secretaría general, que sería creíble si a su frente Rivero no hubiera colocado a uno de sus más incondicionales tiralevitas, el majorero José Miguel Barragán.

La de Rivero ha sido una victoria pírrica sobre un partido roto en dos mitades ya irreconciliables. El bipresidente ha cortado por el camino con Melchior, Oramas, Hermoso y hasta con su ex consejero Ruano.

Se ha enfrentado a los palmeros -muchos de ellos se volvieron a La Palma sin votar-, ha roto con los herreños, ha expulsado a los díscolos de Gran Canaria, y ha frustrado las expectativas consensuales de la dirección majorera. Al final, se ha quedado con el voto de los que -en feliz expresión de Jorge Rodríguez- aún tienen un cargo público que defender.