mirándonos > María Montero

¿Confías en mí? > María Montero

Algunos juegos infantiles suelen cantar adivinanzas como el escondite, y el popular veo veo o el tradicional piedra, papel o tijera. Esta columna no es una adivinanza, pero sí les voy a proponer una pregunta en forma de adivinanza, y posiblemente resuelvan el acertijo. “Veo veo, ¿qué ves?, una cosita, ¿y con que letrita es?, empieza por C y acaba por A, y tiene nueve letritas: C_ _ _ _ _ _ _ A”. No es tan difícil, la adivinanza. Piense, piense. Aaahhhh, ¿y qué es lo que encierra? Además de hacerles pensar en todo lo que van a encontrar a continuación, les dejaré una pregunta llave para las letras ocultas: “¿Confías en mí?”. Esta llave abre muchas puertas, o las cierra. De usted depende. Pero, y usted, ¿qué respondería? Sé que hay millones de variantes, desde quien nos increpa sobre una cuestión de confianza, o el tamiz de nuestras relaciones, a si verdaderamente somos dignos de la confianza ajena, o si por el contrario nos mojamos o no con la gente, si nos arriesgamos a que nos traicionen, o si seguimos confiando en la raza humana a pesar de los errores propios o ajenos… Las cuestiones de confianza y las mociones de confianza han revelado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, la sostenibilidad, no solo de relaciones personales, sino de acuerdos de confianza entre ciudadanos y gobiernos, y pactos de gobiernos a escala internacional. ¿Por qué encomiendo esta pregunta e innumerables respuestas al querido lector? Porque sin duda vivimos un tiempo de cuestiones de confianza a diario. Si confiamos o no en nosotros mismos, podría ser la pregunta matriz que despliegue las cartas sobre la mesa, pero, cuando se pone en entredicho nuestra confianza por implicación de terceros, la moción interior se convierte en moción exterior.

El miedo y la confianza son guerreros antagónicos. Una vez abierta una batalla como esta, sobre el tablero solo puede quedar uno de los dos. Si prospera el miedo, será una pírrica victoria, pero quedará cuestionada la confianza interna o externa. Si triunfa la confianza, la lealtad a uno mismo o a otros, sellará aun más las relaciones, pero es ardua la tarea de resolver mociones públicas o privadas. Cuando uno se cuestiona a sí mismo, o se auto examina, debería primar la impecabilidad. Cuando somos examinados por otros, debería prevalecer la honestidad. Hay personas que trabajan la deformación pública de otros por necesidad de atención, por envidia, por ego, o por destruir a otros ante el miedo que supone el crecimiento de quienes tenemos cerca, y la consiguiente pérdida de control sobre ciertas personas o situaciones. Hay gente que cree que obtiene poder hablando mal de otra gente, pero creo que logran mostrar su debilidad y otorgar aún mas fortaleza a su supuesto oponente o sujeto objeto de cualquier difamación. Sin embargo, hay actitudes colectivas o individuales que disocian la realidad, inventan vidas que nunca han vivido, o crean y proyectan falsos roles sobre los demás para no asumir los suyos. Es como el retrato de Dorian Grey. Hacen un pacto con el diablo y el rostro que ocultan en su retrato está marcado por su trama, y el rostro que muestran a la sociedad es un personaje sin salida. En política, en España solo ha habido dos mociones de censura y dos cuestiones de confianza desde 1978. En Reino Unido se practica la moción desde el siglo XIV, y en Estados Unidos se juzgó a varios presidentes. Y Alemania nos pide confianza. En privado, hay una gran herida, y es cuando se pierde la confianza entre un hombre y una mujer. Esta es una llave maestra. Si él confía en ella, y ella en él, el miedo se convierte en humo. Y retomamos la adivinanza: ¿confías en mí? Ya lo descubrieron. C_ N F_ _NZA. Eso mismo.

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