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El paso de una pequeña huerta a una gran venta

GABRIELA GULESSERIAN | La Matanza de Acentejo

Confiesa que si pudiera, o mejor dicho, si no tuviera que pagar tantos impuestos, seguiría con la venta, porque es un negocio muy pequeño que además debe enfrentarse a la competencia de las grandes superficies. Candelaria López Ramos, conocida por todos en San Antonio por Yaya, fue la primera ventera que hubo en el barrio. En su tienda, de la que aún se conserva la estructura, algunas estanterías y pequeñas reliquias como una balanza, se podía encontrar de todo, desde pienso para conejos, agujas e hilo de coser, cordones de zapatos, y por supuesto, una variedad de comestibles, sobre todo de primera necesidad.

Yaya cerró el negocio hace seis años cuando falleció su marido. Desde entonces, ocupa su tiempo en caminar, ver la tele, sobre todo novelas, y disfrutar de la sombra que regalan los árboles de la pequeña plazoleta que hay frente a su casa y por supuesto, de su familia. Sin embargo, echa mucho de menos su trabajo, en el que comenzó siendo una niña, viendo a su madre.

Fue ella quien siendo soltera compró una pequeña huerta que luego se transformó en una gran venta, no por las dimensiones del negocio, sino por lo que significó para el barrio, por el entusiasmo que ponían Yaya y su esposo, al que los vecinos conocían como el marchante, en atender a los clientes. Luego se amplió hacia una sala en la que unas mesas y unas sillas bien colocadas hicieron la función de un guachinche en la que vecinos, amigos, e incluso personas que llegaban a La Matanza, iban a echarse un vaso de vino o a disfrutar de un plato preparado por ellos. Cabra, conejo o res, cualquiera venía bien, lo importante era la compañía y pasar un rato agradable.

Guachinche

Ella admira a su madre, quien “no sabía leer ni escribir pero vendía azúcar, café y caña. Se iba a Santa Cruz cargada y descalza con una cesta de huevos y fue fabricando su casa de a poco”, cuenta. Sin duda, Yaya heredó de su progenitora la iniciativa. Con sus casi 83 años, se muestra muy entusiasta cuando habla de aquellos años. Todavía guarda el cuaderno en el que anotaba los fiados. También un libro de resumen de cuentas que su esposo encontró tirado en una finca y decidió que todo aquel que pasara por el guachinche dejara constancia de ello. Frases del tipo “Si vas a La Matanza vete a casa del marchante, encontrarás un buen vino y un amigo de los de antes”. Hay dibujos, firmas de turistas peninsulares, de todas las islas e incluso de otros países y la de algún otro conocido, como Chucho Dorta, el actor Yamil Omar y la de un campeón de boxeo de España.

Yaya es una gran conversadora y tiene una memoria prodigiosa. Le encantaba y le encanta hablar con la gente, que más que clientes, eran amigos y por eso los echa tanto de menos.