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El referéndum > Jorge Bethencourt

En un pequeño pueblo de Cáceres, Guijo de Galisteo, un alcalde socialista decidió el destino de 15.000 euros a través de un referéndum entre los vecinos. La cuestión era dedicar el dinero a la celebración de unas fiestas taurinas o a la contratación de personal eventual para el ayuntamiento de la comunidad extremeña, que tiene un paro del 28%.

El resultado final se inclinó por los cuernos. Porque la buena gente entendió que “al final van a trabajar los mismos de siempre”. La decisión aparenta ser frívola y antisocial. Y como tal ha sido colgada por los pies del circo mediático como un ejemplo de insolidaridad con los parados.

Frederic Bastiat tiene un maravilloso ejemplo de los costes de oportunidad. De los beneficios que se ven y los que no se ven. Un niño que rompe el cristal de una tienda con una piedra provoca que el tendero tenga que comprar una nueva pieza al cristalero, que a su vez tiene dinero para gastar en el peluquero, que también gana dinero para comprar en la tienda. Aparentemente lo que se ve es que la acción del niño ha sido buena. Pero lo que no se ve es que, si no hubiera roto el cristal, el tendero habría dispuesto de ese dinero para comprarse un traje y el sastre habría podido ir al peluquero, que, a su vez, podría haber cambiado una vieja ventana de su casa por una nueva. Y que un cristal de la tienda, un bien, seguiría intacto. Esos son los beneficios que no se ven.

Lo que los vecinos votaron (probablemente sin saberlo) es la realización de una actividad que promueve el mantenimiento de otros empleos, los de aquellos que intervienen en la creación de una actividad lúdica que, además, ofrece satisfacción a los ciudadanos. El primer análisis, el de los hechos que se ven, nos lleva a pensar que algunos no han podido ser contratados por unos meses, por el ayuntamiento. El segundo, el de los hechos que no se ven, nos induce a determinar que los beneficios del dinero se multiplican, porque mantiene o crea empleo en otros sectores y proporciona satisfacción a los ciudadanos.

Claro que en el país de Larra, o trabajas para los ayuntamientos o no trabajas. Y esa sí que es la esencia más pura del pensamiento nacional. Por eso sólo vemos lo que se ve y no pensamos en lo que no se ve. Pensar, además de incómodo, es peligroso.

Twitter@JLBethencourt