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Inacción racional: por qué no se soluciona esta crisis

Vista de la bolsa de Madrid, el 20 de abril de 2012. / EMILIO NARANJO (EFE)

ANTONIO J. OLIVERA HERRERA | Santa Cruz de Tenerife

Llevo semanas convencido: volvemos a ser esclavos de un brote de inacción racional que nos consume, que nos lleva peligrosamente al filo del precipicio. Y esta es una situación similar a la que se viviera ya hace 6 o 7 años, porque, aunque las variables han cambiado, no lo ha hecho el fondo.

Acabamos de entrar en una fase de doble recesión (double dip); es decir, después de haber salido del tremendo impacto recesivo ocurrido en 2009, la economía española ha vuelto a caer en tasas negativas de crecimiento.

La razón que ha conducido a esta doble recesión se encuentra en el comportamiento seguido por el sector público. Un sector público que, en mayo de 2010, inició una etapa de austeridad que, lejos de moderarse, se acelera.

Ahora es el sector público el que deprime la economía, consumiendo menos, invirtiendo menos, destruyendo más empleo…
No voy a entrar a valorar algo que todos sabemos: la hipertrofia generada en las administraciones públicas españolas que se sustenta en incrementos atípicos de los ingresos a finales de los noventa y principios de este nuevo siglo, sino que lo haré en el ritmo de ajuste que se ha aplicado y que nos está conduciendo a un ajuste brusco en la recuperación y a la reciente recaída.

Todos recordamos que hemos tenido que convertirnos en campeones de la austeridad por imposición de la Unión Europea, pero sobre todo por la amenaza de una cosa llamada prima de riesgo; el sobrecoste que debemos soportar para financiar la deuda pública española. Para colocar un título de deuda, el Estado español debe pagar un interés del 6%, frente al 1% que paga el Estado alemán (esto significa que la prima de riesgo se encuentra en 500 puntos). Un crecimiento excesivo de la prima de riesgo hace insolvente a los países, que deben acudir continuamente a los mercados buscando la financiación que les permite hacer frente y mantener los servicios básicos de los que disfrutamos.

Para que no suba la prima de riesgo, el Estado debe proclamarse defensor a ultranza de la austeridad, pero es la austeridad lo que nos conduce a la recesión. Con la recesión se reducen los ingresos públicos y se eleva el gasto en prestaciones; por ello, es necesario todavía más austeridad, lo que conduce a más recesión.
Este es, de forma muy simplista, el problema que afecta a la economía española. Como vemos, un problema bien diagnosticado, no por mí, sino por economistas de mucho mayor prestigio como los norteamericanos Paul Krugman, Joseph Stiglitz, o los creadores de opinión de Fedea, para incluir algún ejemplo patrio.

El principal mercado de valores de España, en Madrid, en una foto del mes de mayo pasado. / J. L. PINO (EFE)

Evidentemente, la pregunta clave que hay que hacerse es: si tenemos bien identificado el problema, ¿por qué no se toman las soluciones necesarias? Y es aquí cuando entra en juego el fenómeno de la inacción racional, que viene a significar resumidamente que no hay incentivos para acabar con esta situación, sino todo lo contrario, para seguir profundizando en ella.

Todos sabemos también que es Alemania la que se mantiene como adalid de la austeridad presupuestaria, imponiendo a España un coste cada vez más perverso. Pero, claro, es normal puesto que Alemania se encuentra en una posición muy beneficiosa, se financia a tipos de interés casi nulos y su tasa de paro está en mínimos históricos.

Operadores financieros

Y después están los operadores financieros. Unos operadores financieros que encuentran más que jugoso pedir prestado en la ventana de descuento del Banco Central Europeo o de otros bancos centrales a tipos de interés cercanos al 1%, para invertir en deuda pública de países como España al 6%. Una ganancia extraordinaria que impulsa su codicia y que los lleva a presionar para que no se tomen medidas. ¿Para qué se van a adoptar medidas si están ganando mucho dinero? Esto es en lo que se traduce la inacción racional.

Y es aquí donde recuerdo lo acontecido durante los años de la burbuja inmobiliaria. Una catástrofe que no por bien identificada acabó estallando porque nunca se tomaron las decisiones oportunas.

De nuevo, en aquel caso, nadie quería tomar cartas en el asunto pues mucha gente se veía beneficiada por ella. La inversión en ladrillo era rentable, reportaba grandes dividendos (escandalosos en algunos escenarios). Las familias y las empresas vieron en la vivienda, no un bien básico, sino una inversión.

Los bancos prestaban el dinero a empresas y familias para invertir en vivienda porque incrementaban así sus beneficios, y el Gobierno no sólo animó estos comportamiento con la ley del suelo, las desgravaciones a la adquisición de vivienda…, sino que obvió tomar medidas (¿quién se quiere llevar la botella de whisky en medio de la fiesta?). Y claro, el problema terminó estallando, dejando un hueco profundo en nuestra economía.

Sucursal de Caja Madrid, integrada en Bankia, que es hoy el banco con más problemas. / DA

Diagnóstico

Una vez más tenemos el diagnóstico y ante éste hay soluciones que son posibles. Como se está anunciando recientemente, la gravedad del problema se puede suavizar: (1) aprobando una mayor laxitud en el cumplimiento del proceso de ajuste del déficit a los límites marcado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (sic), (2) impulsando un plan de inversiones en infraestructuras estratégicas europeas financiadas por el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y (3) estableciendo un claro mensaje por parte del Banco Central Europeo (BCE) de compra de deuda pública de los países de la zona euro a un determinado tipo de interés (2% o 3%) durante un periodo de tiempo limitado (con 2 o 3 años).

Con las dos primeras medidas, ya expuestas, se pretenden impulsar elementos de estímulo económico y también frenar el sesgo recesionista que impulsa hoy la austeridad fiscal.
Con la última medida se acabaría con la presión al alza de la prima de riesgo. No se generarían tensiones para elevar la prima de riesgo, porque un inversor (el BCE) estaría dispuesto a comprar toda la deuda que sea necesaria a un tipo de interés determinado.

¿Por qué no se aplica este tipo de medidas, si yo no estoy descubriendo nada? Muy fácil: por la inacción racional. Hay agentes económicos que salen ganando con esta situación y llevarán el juego hasta las últimas consecuencias mientras sigan siendo válidas las mismas reglas.

Buen negocio

El alza de la prima de riesgo es un buen negocio, como lo fue en su día el precio de la vivienda. Más tarde o más temprano el problema estallará, pero, como en un juego en el que cada participante se pasa una bomba con temporizador, la clave está en no ser el participante al que le estalle la bomba en las manos. Lo malo es que este juego perverso está afectando gravemente a muchas personas y podrá dejar destruido todo un país.

¿Habrá narices esta vez de poner en marcha soluciones valientes y romper así el esquema de inacción racional? Las medidas propuestas anteriormente tendrían pocos efectos perversos, y uno de ellos es el incremento de la inflación, pero hasta esto nos vendrá a todos muy bien para pagar antes nuestras hipotecas.

Antonio J. Olivera Herrera es Doctor en Economía