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La carpetita > José Miguel González Hernández

Cada vez se ven más por las calles. Las hay de diferentes colores, texturas y materiales. Su coste estará ubicado entre los 50 céntimos y los cinco euros, dependiendo de su categoría y de la calidad. Ahora la necesidad aprieta y los denominados sobacos ilustrados (dícese de esas personas que se colocan un periódico, libro o documento, se lo meten debajo del brazo y están todo el día dándole vueltas. Es probable que ni lo lean ni nada. Sólo lo llevan para que vean que lo llevan) dejan paso a los que utilizan dicha carpeta para llevar uno de los documentos más relevantes para su futuro inmediato: su currículo. Éste se ha configurado como una herramienta indispensable para encontrar un empleo. Es uno de los documentos más importantes en la búsqueda de empleo porque aparece como la principal forma que tienen las personas para promocionarse. Claro está que, por mucho que se distribuya, por mucho que uno disminuya sus aspiraciones profesionales para alcanzar puestos de trabajo de menor destreza, si no hay horas de trabajo dispuestas a ser desempeñadas, si existe un ejército de reserva lo suficientemente dócil para acatar situaciones de dudosa indignidad… La carpetita se mueve. Y mucho. En el primer trimestre del año, la emigración de residentes se ha disparado. Intentan dejar tras de sí una insostenible tasa de paro que, combinada con unos gestores inútiles, no hace más que agravar la situación. Ya las fronteras no son lo que eran. Nos lo enseñó la economía financiera y ahora le toca el turno a la economía real. La carpetita no sólo transita por el barrio, ni siquiera sólo por la isla y mucho menos por el municipio. Ya la carpetita española se deja ver por medio mundo en busca de la firma de un contrato que justifique la inversión en tiempo y formación llevada a cabo. Claro está que esta inmigración es de un alto nivel formativo. Los profesionales que más se están demandando son las ocupaciones relacionadas con la sanidad, la industria farmacéutica y la asistencia social. De igual modo, se demandan consultores de seguros, banca y finanzas, así como personal especializado en informática. De ahí que la barrera adicional a la formación que hay que salvar no es sólo la licenciatura especializada, sino las denominadas habilidades trasversales. Es decir, idiomas y comunicación. Ya no sólo es el inglés. Alemán, francés, e incluso, algún idioma asiático muestran una alta valoración. Pero lo que puede parecer una buena noticia para el país de destino (personas con alta formación para desempeñar puestos de trabajo de alta cualificación a coste cero), no lo es tanto para las regiones de origen, debido a que ésta pierde mano de obra competente tras haber invertido en ella. Además, en la actualidad, poseen una edad lo suficientemente cómoda como para poder equivocarse. Tienen futuro. Y claro. La comparativa es fácil: cuando Canarias experimentaba un crecimiento del 4,4% del PIB, el 60% de los contratos que se ofertaba era de personal de mantenimiento de planta hotelera y peón. Otra de las variables para emigrar son los sueldos. Entre las licenciaturas de ingeniería, sanidad, finanzas, etcétera, las ganancias, prácticamente, se doblan. Mientras, el coste salarial medio mantiene al Archipiélago canario como la comunidad con la mano de obra más barata de España. Pero ojo, no esperen cruzar la frontera y encontrar el contrato con mayor excelencia del lugar. Pero, aunque reconociendo que los puestos de trabajo no se encuentran a patadas, al menos no te dan una ídem para despedirte.

José Miguel González Hernández es Director del Gabinete Técnico de CC.OO. en Canarias