club santa cruz > 50 años de historia

La esencia de la lucha canaria > Álvaro Arvelo Hernández

Álvaro Arvelo siempre ha dado mucha importancia a la amistad y se reunió con sus amigos en el cincuentenario del Club Santa Cruz. / Da

La lucha canaria es sinónimo de fortaleza, de habilidad, de carácter, de trabajo, de conocimiento y de disciplina en el entrenamiento y en el aprendizaje. También de nobleza, de proximidad, de mucho respeto al contrincante.

Los que la hemos practicado sabemos que refleja bien los valores y la esencia del ser isleño. Las virtudes del deporte vernáculo conforman un estilo de vida y de comportamiento. ¿O no son estos atributos los que caracterizan lo mejor de los hábitos sociales y profesionales de los hombres y las mujeres de nuestra tierra?

A muy temprana edad tuve la suerte de conectar con la gente de la lucha canaria, como una extensión de mi familia. Solo guardo recuerdos y sensaciones impregnadas de buenos principios y de los mejores ejemplos de generosidad, compañerismo, respeto y espíritu competitivo. De superación, en definitiva, en el mejor sentido de la palabra.

Solo tengo afecto y reconocimiento hacia los compañeros por su aliento y cercanía, que no olvidaré jamás. Admiración y simpatía por quienes se incorporaban a nuestras propias aventuras y retos.

La lucha canaria fue el deporte que practiqué durante unos pocos pero intensos años, cuando en mi vida todo estaba por hacer y aprender. Recientemente, tuve ocasión de poder reencontrarme con viejos amigos y numerosas caras conocidas con ocasión de la presentación en nuestra Caja del libro que conmemora los cincuenta años de andadura del Santa Cruz Club de Lucha.

La historia del Santa Cruz nace de la nada y llega hasta cotas muy relevantes de notoriedad y participación. La lucha en la capital y en la Isla estaba prácticamente desaparecida, desarticulada. Ni equipos, ni actividad mínimamente organizada. Sólo algunos nombres permanecían como referencias de la práctica y de la memoria de nuestro deporte pero no existía actividad luchística regular. Sin embargo, como lo excelente no desaparece, en aquella época y mientras estudiábamos en la Escuela de Comercio unos compañeros, con el apoyo de Domingo Cruz que ya tenía crédito y recorrido como promesa de la lucha canaria, nos fuimos a la Ciudad Juvenil, donde Francisco Marrero Camurria enseñaba la esencia de nuestro arte vernáculo. Y allí me puse la ropa de brega y comencé a practicar junto con otros compañeros que procedían de Los Campitos, Valle Jiménez, El Tablero o Agua García.

De ahí nos trasladamos al Parque de La Granja, entonces una finca con cultivos regulares y ganado. Y después a La Draga y entretanto al Estadio Rodríguez López, como un grupo itinerante a modo de “indignados” de hoy en día, ya que no disponíamos de espacio donde entrenar y desarrollar nuestras inquietudes.

Aspirábamos a tener la oportunidad de sentir la emoción inmensa que todo deportista posee al salir a un recinto lleno de gente. Primero en Los Campitos, luego en Valle Jiménez y más tarde en Geneto, Tegueste, La Victoria y Guamasa, en un recorrido modesto, emprendedor y de labor de apertura y despertar de la lucha a partir de la práctica más pura y el aprendizaje de las mañas y de su elegancia. Hasta ganarnos el derecho de los magnos encuentros en la Plaza de Toros, con todo Santa Cruz en las gradas abarrotadas.
Todas estas experiencias me han aportado muchos afectos y amistades entrañables, especialmente amigos eternos, que sé que están ahí, aun cuando la vida haya sido luego para los luchadores muy dura, bastante intensa y comprometida.

Pero a la lucha le debemos mucho más que capacidad física y equilibrio emocional. Le debemos unos principios que tratamos de aplicar siempre en nuestra relación personal, familiar y profesional. Le debemos, en suma, nuestro sentido de pertenencia a la autenticidad y al origen canario del que hacemos gala con mucho orgullo.

Tengo recuerdos para nombres imborrables: Camurria, Pollo de San Andrés, Pollo de Las Canteras, Pollo del Estadio, Gregorio Dorta, Chaval I, La Viejita, Carampín, Antonio Alonso, Pollo de Máguez… Y referencias de equipos como Tinguaro, Benchomo, Hespérides, Rosario, Pérez Abreu o Victoria. Cuando se conforma el Santa Cruz, Camurria es la referencia y la leyenda viva de lo mejor y más noble de la lucha canaria y en su apoyo se incorporan personas con vocación organizativa dispuestos a sacrificarse por promover la recuperación del deporte canario por excelencia. Los hermanos Juan y Ventura Jerónimo Pérez y otros que le siguieron y que están en nuestra memoria y que serán siempre recordados, como Ricardo Díaz Cruz, que tenía que proceder de Fasnia necesariamente, y del espíritu del Brisas del Teide, para hacer tanto por este deporte.

Y de la riqueza dormida en los rincones urbanos y rurales de Santa Cruz, La Laguna, Geneto, Las Mercedes, Tegueste, Guamasa, Valle Guerra, Fasnia, La Matanza, La Victoria y otros lugares se conformó un movimiento de recuperación y vitalidad de nuestro deporte. Un impulso sin precedentes capaz de llenar hasta la bandera recintos emblemáticos.

Con un Santa Cruz modesto pero lleno de valores, que provoca la aparición o el despertar de equipos y luchadores en lugares auténticos, debemos reconocer tanto esfuerzo y tanta generosidad de los compañeros y directivos que hicieron posible una etapa que consideramos de enorme contenido para la lucha canaria: Barbuzano, Melquiades, Juan Primera, Sosa, los Chavales o el propio Nino Morales, que continuó creciendo en poder y en capacidad y que alargó su recorrido con un éxito indiscutible. Algunos ya nos han dejado como Andrés Lutzardo, Pedro Perdomo, Dionisio Díaz, los hermanos Acosta, Fermín Cabrera, Andrés Melián y el inigualable Pancho Camurria. La Lucha le debe mucho a ellos y nosotros también. Quizá sea el momento de recuperar su espíritu y trasladar a la sociedad la grandeza de un deporte único por su ejemplaridad y que ha sido un gran referente cultural de muchos canarios durante un buen número de décadas y sucesivas generaciones.

¡Ojalá consigamos recuperar y revitalizar nuestro añorado deporte que no pasa por su mejor momento! Creo que esto es perfectamente posible.

Álvaro Arvelo Hernández es Presidente de CajaCanarias y presidente de honor del Club de Lucha Santa Cruz