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Nadal y la grandeza de España > Antonio Alarcó

En apenas unas semanas tendrán lugar en la ciudad de Londres los Juegos Olímpicos de 2012, acontecimiento de primer orden que constituye el sueño de muchos deportistas que esperan alcanzar la gloria deportiva. El Comité Olímpico Español no ha podido elegir con mayor acierto a quien va a portar la bandera nacional en la ceremonia inaugural, Rafa Nadal.

A sus 26 años, el balear lo ha sido todo como tenista. Atesora once títulos de Grand Slam, cuatro Copas Davis y también una medalla de oro olímpica en 2008, pero muy especialmente es un ejemplo por muy variados motivos, que es interesante recordar en épocas de dificultad como la actual.

Nadal es y se siente profundamente español, y lo dice sin cortapisas pero sin alardes, mostrando con orgullo su respeto por nuestro idioma y símbolos, y paseando por el mundo el honor que supone pertenecer a un gran país como el nuestro. Representa nobleza, solidaridad y caballerosidad, pero también encarna los conceptos de nación y unidad, sentimientos fundamentales para crear confianza, factores económicos de primer orden.

No es el único deportista en esta situación. Ahí tenemos a Alonso, tenemos a Gasol, Lorenzo… Una generación de jugadores de fútbol y baloncesto, a ciclistas y motociclistas, y a un sinfín de españoles que concitan el respeto del mundo entero, orgullosos de defender los colores de su país.

Esa España que triunfa en las canchas no parece tener correspondencia con su vertiente política y económica, que tanto preocupa dentro y fuera de nuestras fronteras. Podríamos tomar mucho de aquellos a quienes admiramos, y ponerlo en práctica en un contexto de la máxima dificultad.

Ante todo, el amor al trabajo, que hemos de entender como un beneficio social y no como un castigo. La entrega y dedicación de Nadal no tienen parangón y se nota, pues aun conscientes de su talento y carácter ganador, todos coincidimos en destacar su capacidad de superación, clave sin dudas para afrontar lo complicado del momento.

De hecho, la grandeza de un ser humano no se mide solamente por el tamaño de sus logros y éxitos, sino de su capacidad ante los errores y hasta los fracasos, vista en una doble vertiente. La primera, por nuestra capacidad para aprender de esos varapalos, y la segunda, por una actitud realista que nos lleve a asumir aquello que se ha hecho mal con el fin de enderezar el rumbo.

Como humanos, es más que probable que nos equivoquemos, pero han de tener la total seguridad de que no seremos negligentes, y siempre pediremos perdón. No es bueno mirar por el retrovisor, pero sí es conveniente que digamos que de la negación sistemática de la crisis y la visualización de brotes verdes del Zapaterismo-Rubalcabismo proviene una importante parte del actual problema.

El anterior Gobierno debió abandonar la soberbia, y reconocer que las lesiones que afectaban al sistema financiero amenazaban con lastrar nuestra salida de la crisis, y que se acumulaban facturas sin pagar en todos los Ministerios a consecuencia de un despilfarro enfermizo. Ahora, cuando hay que infiltrar liquidez al sistema, es ese sector del socialismo el que se lanza a meter el dedo en la herida. ¿Compromiso y ética? Ese lenguaje algunos lo desconocen.

Hablamos, por tanto, del respeto por las reglas y el señorío que se presupone al deportista, pero también al político. Ese juego limpio tantas veces invocado, que algunos han querido mancillar, olvidando que hicieron de la ineptitud y la ineficacia en la gestión una forma de comportamiento durante demasiado tiempo. Lo dañado ya es irrecuperable, y tardaremos en volver a ser la economía fuerte que fuimos, cuando de verdad jugábamos en la Champions League de Europa.

Como le sucede a Nadal, durante casi una década en la cima, encadenaremos derrotas y victorias, pero la predisposición a siempre ir más arriba es inquebrantable.

Ahora nos toca apretar los dientes y seguir demostrando que somos capaces de ir a más, adoptando las medidas necesarias para poner remedio a los errores del pasado, que a modo de lesiones, han dificultado nuestro camino.

Pero el éxito en cualquier meta que nos propongamos, aunque tenga que ver con un deporte tan individual como el tenis, tiene que ver con el trabajo en equipo y la capacidad de cohesión que tenga un grupo humano.

El equipo, ahora y siempre, se llama España, y hemos de trabajar juntos para salir adelante. España es un gran país y tiene solución. Esta gran nación encontrará, sin duda, el camino correcto.

Antonio Alarcó Senador por Tenerife y portavoz del Grupo Popular en el Cabildo insular
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