Me encanta la campaña promocional del Gobierno de Canarias. Sí, la del ombligo. Esa que es una vuelta de tuerca al canario conoce tu tierra de toda la vida. Me parece fantástica. Y no porque le vea utilidad, que seguro que la tiene que para eso quienes diseñan y encargan estas cosas son profesionales; igual de profesionales que los que decidieron promocionarnos en Islandia, gastándose una pasta gansa, diez minutos antes de que ese país se hundiera económicamente.
Mi ignorancia sobre el marketing promocional me hace dudar de la utilidad de una campaña publicitaria que te invita a pasar las vacaciones en casa. Como si hubiera otra posibilidad. Como si no tuviéramos el 30% de paro, tropecientas mil familias sin ingresos y los canarios estuviéramos debatiéndonos entre el Caribe o la Toscana para pasar las vacaciones.
Una campaña obvia que poco sentido tiene cuando el quedarte en casa es obligado o bien porque llevas meses de vacaciones forzosas a la espera de un curro o porque, tal y como está el panorama, el pánico nos tiene a todos viviendo en una economía de guerra; gastando lo justo y guardando lo poco que queda “por si la cosa se pone peor”. Estamos a un paso de empezar a almacenar aceite en garrafas y garbanzos y arroz en sacos “por si acaso”, así que esa invitación a veranear en las Islas solo la entiendo si el objetivo es que olvidemos los tiempos de las escapadas de fin de semana a la Península, los cruceros por el Mediterráneo, los destinos exóticos y, sobre todo, ese moreno con el que volvían quienes pasaban una semana en la República Dominicana por 700 euros, todo incluido. Si el objetivo es que borremos de nuestra mente aquellos años no tan lejanos en los que trabajábamos como clase media pero veraneábamos como ricos y los aeropuertos parecían las ramblas, siempre con algún conocido al que saludar, pues vale. Una sutil forma de decirnos que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, aunque algo cara.
Pese a ello, me gusta la campaña del ombligo. Me parece una metáfora fantástica de esta región en la que el ombliguismo es más que una religión; es un lema vital. Porque, seamos realistas, siempre nos hemos creído el ombligo del mundo y si no, cómo explicar que 12 millones de turistas nos visitaran cada año. Pues porque somos la pera. El mejor archipiélago del mundo; con los montes más verdes, las playas más hermosas, la gente más amable y la mejor calidad de vida. Montamos un pollo cuando en el telediario nos citan mal y nos cabrea que no se sepan por ahí los nombres de las siete islas y el hecho de que quienes más se indignan no sepan las provincias que integran, por ejemplo, Castilla y León, es solo una muestra más de nuestro liderazgo mundial en las olimpiadas de mirarse el ombligo.
Presumimos de ser turísticos pero vivimos como si nos molestaran los guiris. Decimos que somos una ventana al Atlántico y le hemos dado la espalda al mar porque lo que nos gustan son las murallas de contenedores oxidados. Hablamos de ser puente entre continentes pero nos mosquea que nos digan que geográficamente somos África. Somos el ombligo del mundo. El mismísimo centro. Somos un enorme ombligo lleno de pelusas. Eso es lo que somos. Y este verano, nos vamos a quedar en este ombligo. Nos lo sugiere el Gobierno de Canarias. Habrá que hacerles caso que ellos saben lo que hacen.