CD TENERIFE - SD PONFERRADINA >

Peor imposible

Miembros de la Policía Nacional tuvieron que acceder al terreno de juego ante la invasión de los aficionados. / JAVIER GANIVET

JOSÉ ANTONIO FELIPE | Santa Cruz de Tenerife

Cuando en un estadio la gente pita al pedir de buenas maneras por megafonía que no se lancen objetos al terreno de juego nada bueno suele pasar. La estampa final que se dio ayer en el Rodríguez López una vez acabado el encuentro es de las más tristes que se recuerdan.

La misteriosa llamada a Orlando Quintana surtió efecto, los gestos de Yuri tras anotar ayer el penalti, precisamente imitando la acción de su compañero como si tuviera un móvil en la mano, puede generar aún más rabia y lo del árbitro es para que se lo haga mirar, pero lanzar botellas, intimidar a familias con hijos y demás es propio de cobardes, de imitadores baratos de barrabrava argentino de quinta división que camparon a sus anchas sobre el césped del Heliodoro porque vaya usted a saber el motivo, la Policía no intervino en ningún momento. Cosa de niñatos que cuando el Tenerife estaba en la UEFA mamá les daba la teta.

Hasta ese punto se había llegado tras una calurosa mañana llena de nervios, de sentimientos enfrentados, de tensión y de muchas ganas de creer, de poder agarrarte a algo alegre con la que está cayendo cada día. El Rodríguez López no se llenó porque ver un Tenerife-Ponferradina por 35 euros es una barbaridad aunque eso no se vea desde el club.

A partir de que el árbitro pitara el inicio del partido llegó la nada absoluta en lo futbolístico. El Tenerife, acelerado por querer hacerlo bien y ofuscado con el colegiado, nunca mereció ser el equipo que llegara a Segunda. Viendo a la Ponferradina quizás algunos entiendan lo que muchos decíamos: se puede jugar bien en Segunda B, aunque eso no quiera decir tocar hasta marear el balón. Curiosamente fue un penalti inexistente lo que permitió que el equipo de El Bierzo se adelantara en el marcador para poner las cosas aún más complicadas a los de Quique Medina.

Cuando llegó el segundo tanto, el público comenzó a desfilar con dirección a sus casas tristes, cabizbajos, con cara de no entender nada. Otros muchos pitaron a su rival y la tomaron con Acorán Barrera, tinerfeño, por ciertos malos modos que el jugador había tenido con algunos blanquiazules.

Luego llegó lo triste, lo antes relatado, las botellas, los gestos, los insultos…un triste final cuando, solo minutos antes, algunos nos habíamos emocionado con aquello de “Ser de los que ganan es muy fácil, ser del Tenerife nos parece mejor”.