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Tenemos el alma rota por Ramón > Luis de la Cruz

Me llamó mi buen amigo Norberto González Mencara, presidente de la Federación de Gran Canaria y excelente compañero de Radio Nacional de España. Creía que era una llamada rutinaria para darme el resultado de la luchada institucional con motivo de las fiestas de San Juan. Se hizo un silencio sepulcral y, a continuación, me dio la noticia: “Murió Ramón Mendoza, mientras participaba como juez de regata en una prueba de vela latina”.

Ramón Mendoza era él más grande de la información de lucha canaria. El maestro, un amigo y un hermano. Cuando daba mis primeros pasos en este periódico, brillaba con luz propia en Canarias 7 y formaba parte del equipo de La Luchada, junto a José Manuel Pitti. Lejos de mirarme por encima del hombro, me tendió una mano y a veces las dos para aprender todos los trucos que tiene este noble oficio de contar cosas.

Con el tiempo, nos hicimos inseparables y muchas veces me quedé en su casa. Marisa, su mujer, e Imar, su hijo, siempre me trataron como uno más de la familia. Todo era fácil con ellos y en los momentos complicados, que los tuvieron -la enfermedad de Ramón y luego la de Marisa-, fueron fuertes y muy fuertes, demostrando que en familia los problemas son más fáciles de resolver.

Ramón Mendoza jugó un papel muy importante para que los deportes autóctonos y los juegos tradicionales ocupen en la actualidad un lugar preferente en la sociedad canaria. Durante años fue asesor del Gobierno de Canarias en esta materia.

Siempre tenía tiempo para atender a los presidentes y a los representantes de los colectivos de estas manifestaciones deportivas. Nunca le vi una mala cara y tampoco un mal gesto. Siempre tenía una sonrisa en la boca y era de los que veía la botella media llena, aunque tuviera muy poco líquido.

Estoy jodido, muy jodido. Gracias al apoyo de mis compañeros de Deportes puedo seguir escribiendo este artículo sin emocionarme.

Solo me queda abrazar a Marisa y a Imar, los dos tesoros de un crack llamado Ramón Mendoza.