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Tomar partido > Francisco Pomares

Les confieso que a veces resulta muy difícil tomar partido. Me explico: ya saben que la esposa del presidente Rivero, Ángela Mena, ha pedido 300.000 euros al periódico El Día, por aquella historieta persa de una empresa en México que luego resultó que no existía. En realidad, la demanda la presentan doña Mena, su hermana y Candelaria Pérez -las tres mentadas por El Día en la truculenta operación Mariachi-, pero el verdadero motivo son los 624 insultos vertidos contra Mena a lo largo de 178 editoriales, desde junio del año pasado. En ellos, con la tradicional sutileza que caracteriza al editorialista de El Día, la esposa de Rivero ha sido reiteradamente calificada con términos como goda, caudilla, caníbal, caradura, sinvergüenza, mafiosa, incompetente, ave de rapiña, ruin, analfabeta y buitre, entre otras muestras del léxico escatológico de los editoriales petitorios. Los insultos arreciaron después de que el periódico El Día fuera excluido de la concesión de licencias de radio, en un procedimiento de adjudicación cuando menos irregular, en el que tanto la Fiscalía Anticorrupción como el tribunal han detectado indicios de tráfico de influencia, que -de confirmarse- demostrarían que la mesa de adjudicación actuó intencionadamente para favorecer a empresas serviles con Rivero y perjudicar a las que le son hostiles.

En varias ocasiones he denunciado el procedimiento de adjudicación de las radios, y defendido el derecho de El Día a mantener la línea editorial que estime conveniente. No simpatizo con el presidente Rivero -al que considero poseedor del discutible récord de ser el peor de los presidentes que ha tenido que aguantar esta región- ni con su esposa, a mi juicio excesivamente proclive a intervenir en asuntos políticos que no le atañen. Hay abiertos procedimientos judiciales contra ella por abuso de poder y otras menudencias.

Pero la crítica a las decisiones de Rivero y al comportamiento de su esposa no legitiman el uso de mecanismos de destrucción personal, insultos y amenazas contra la presidencial pareja. Rodríguez utiliza su periódico con vesania, falta de respeto e imprudencia temeraria -cuando llama a la población a tomarse la justicia por su mano-, y quiere hacer creer que lo hace en ejercicio de la libertad de expresión. La libertad de expresión no tiene nada que ver con esto. La libertad de expresión exige el respeto -incluso del contrario- como ser humano. El periodismo consiste en informar, no en insultar. Lo que práctica José Rodríguez es una cacería que abochorna a cualquier periodista.