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Varias personas sacaron cosas de ‘la casa del alemán’ hace tres semanas

La furgoneta se detuvo en la calle Rosales, una vía muy estrecha y por la que no pasan dos coches. / MOISÉS PÉREZ

GABRIELA GULESSERIAN | La Orotava

El misterio acerca de lo ocurrido en la vivienda conocida como la casa del alemán, en la calle Rosales, en pleno centro de La Orotava, sigue inquietando a los habitantes de la zona. Allí, la Guardia Civil y la Policía Local encontraron el lunes a la medianoche restos óseos de dos personas, un hombre y una mujer de avanzada edad y con más de 30 años de antigüedad.

Tras conocer lo ocurrido, un vecino que prefiere mantenerse en el anonimato contactó con este periódico y afirmó que hace unas tres semanas fue testigo de cómo varias personas, “a las que nunca había visto antes”, entraron a la casa, desocupada desde hace más de una década, y se llevaron varios objetos que cargaron en una furgoneta “de grandes dimensiones y bastante vieja”, aparcada a unos pocos metros del inmueble.

“Fue por la tarde y no le llamó la atención a nadie. De hecho, añadió, agentes de la Policía Local acudieron al lugar, inspeccionaron el vehículo, que no tenía rotulación comercial, con una linterna y luego se fueron. Pero creo que lo hicieron porque dificultaba el paso en la vía, que es muy estrecha. Seguramente alguien que no podía pasar con su coche, les avisó”, detalló. A su juicio, los efectivos “no sabían que sus dueños estaban en la vivienda”. Aseguró que estas personas entraron sin inconvenientes y sin forzar la puerta. “Pensé que la casa había sido vendida y venían a desalojarla, por eso no me inquieté al verlos andar con tanta naturalidad”, apuntó.

Este testigo conoció muy bien a Klaus, el propietario actual de la casa, un ciudadano de origen alemán a quien hace aproximadamente unos diez años que no ve ni sabe nada de él.

De costumbres un poco raras

Pese a que lo definió como “una persona de costumbres un poco raras, porque era muy maniático y escondía mucha comida”, sostuvo que “nada más lejos” que se dedicara a rituales macabros o de magia negra. Al menos esa es la hipótesis con la que trabajan fuentes cercanas al caso para referirse a lo ocurrido, dado que parte de los huesos hallados, tres fémures, un cráneo y dos caderas, estaban colocados encima de un mueble, como parte de la decoración. El resto, estaba en la bodega. En ninguno de ellos los forenses encontraron signos de violencia de acuerdo a los exámenes realizados.

“Muchas veces fui a su casa, incluso a cenar, conocí a varios de sus amigos y nunca vi nada raro. Era un hombre normal, que le gustaba mucho divertirse y pasárselo bien”, comentó. Es más, subrayó que Klaus “tenía una buena relación con sus allegados dado que era muy dado a hacer favores”. Su versión coincide con la ofrecida el jueves por Chicho Villar, quien también conoce al dueño de la propiedad desde hace 25 años. Chicho, que además tiene las llaves de la casa, se refirió a Klaus como “una muy buena persona, un caballero que nunca tuvo problemas con nadie, o al menos que él sepa”.

Desde hace unos diez años el testigo no sabe nada de el alemán, como lo llaman muchos en el barrio. Fue justo cuando se encontró un cadáver en el inmueble. “Era un señor de su misma nacionalidad, que tenía acogido de una manera un poco escondida y que poco después se supo que era buscado por la Interpol. De repente, apareció muerto”, recordó.

Con mucha prisa

En ese momento Klaus se fue “y con mucha prisa”. De hecho, siempre que lo hacía preparaba el viaje y en esa ocasión no lo hizo ni avisó nada. “Dejó hasta la nevera llena”, según le contó un allegado que tenía acceso a la vivienda y que al entrar “se encontró con un olor espantoso, porque toda la comida se había echado a perder”.

Pese a que tiene sus números de teléfonos en Alemania, que Klaus le dejó años atrás por si “algún día ocurría algo o veía algo raro en la casa”, confesó que no lo va a llamar. Entre otras cosas, porque hace mucho tiempo que no sabe nada de su antiguo vecino al que, eso sí, recuerda con mucho aprecio.