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Quienes le conocían están abochornados y quienes no tenían ese gusto no olvidarán jamás a Alejandro Blanco, responsable de que la firma Bosco Sports, a base de rublos, nos haya impuesto los ridículos uniformes olímpicos. Todos recordarán al presidente del COE, y a sus familiares directos, después de la carajera porque, primero protestaron los atletas y, después, como en Fuenteovejuna, todos a una, las personas sensatas. Él es el único defensor del desastre y, aunque no sabemos si tiene conocimientos deportivos o de gestión, sí tenemos la evidencia de su nulidad en estética. Tiene el mérito, en medio de tantas discrepancias, de poner de acuerdo a españoles de todo signo que dicen a coro que los atuendos tienen un calificativo que empieza por “m”. Un colega, bienhumorado y paciente, me cuenta que en los mentideros está el rumor que atribuye al adefesio un papel de distracción ante el desprecio de los mercados a las medidas dictadas por la señora Merkel, mediante Bruselas (un ente sin alma por encima de la geografía), el Banco Central Europeo (otra martingala solo coercitiva con el sur) y el FMI, lugar del que Rato salió por piernas, con igual celeridad pero menos escándalo que de Bankia que, por fin, llegó a los tribunales. En la frontera de la intervención general -ya empezaron las peticiones territoriales- pasemos de las tareas conspirativas en los juzgados y centrémonos, por un rato, en el desacierto del diseño; felicitemos -dentro del inconveniente de su lesión- a Rafa Nadal que se evitará el trago de encabezar la delegación de esa guisa; y agradezcamos a Pau Gasol que su patriotismo supere a su pudor y tome el relevo. Y si quieres caldo, dos tazas; Blanco que, recordó que el acuerdo con Bosco Sports llega a las olimpiadas de Brasil, en 2016, debería vestir también, durante el ciclo olímpico, las prendas que tanto elogia y que, según él, se venden como rosquillas en Londres. Supongo que los ministros de economía y hacienda le condecorarán, porque evitó un gasto sin evaluar a las pobres arcas estatales y consiguió, gratis, unos atavíos que llaman la atención de quien los ve. Luego le pediríamos al ministro de Justicia, melómano y esteta reconocido, que le imponga una sanción administrativa, por mal gusto.No acudimos al inefable Wert, un charlatán en el poder, aunque sea tema de su competencia porque, como en el chiste del franquismo -“ni Educación ni Descanso”- en su cartera de triple filo ni Educación, ni Cultura, ni Deporte. Ni buen gusto. Recortes.