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Andrea Fabra> Luis Ortega

Dimitir no entra en el diccionario Fabra, clan de voraz apetito de poder, en la estricta actualidad por la expresión y el gesto de la diputada que lanzó en las Cortes un “¡Que sea jodan!”, dedicado a los desempleados a los que se recortaban sus subsidios. Como en otras ocasiones por otros partidos, una sonora ovación de la fuerza gubernamental premió la faena del maestro Rajoy. ¿Cómo se puede uno alegrar con el mal ajeno o aplaudir la desgracia? Y la pregunta va a los dos grupos mayoritarios. Andrea Fabra (1979), acomodada por su padre -campeón de España en premios de la Lotería Nacional y, hasta casi ayer, presidente del partido y Diputación de Castellón- y su esposo, Juan José Güemes, otrora consejero de sanidad con Esperanza Aguirre, explicó -con poca gracia y crédito- que su lindeza no era para los parados, sino para los socialistas y, en concreto, para uno que “no paró de insultarla”. Desde que escupió su satisfecha rabia, la red revienta de críticas hacia esta levantina, con un currículo bien compensado en el PP y Telefónica en la era de Aznar; y senadora autonómica por el sabio dedo de su progenitor. Según columnistas que, con este motivo, rebobinaron la biografía del patriarca, estas acciones, gestos e insultos barriobajeros, no son nuevos en la familia -las madres de sus adversarios salen con harta frecuencia a colación- y recuerdan, además, que hace cinco años, se investigaron el patrimonio y cuentas de esta señora. Naturalmente, el caso se cerró y no llegó a los tribunales. “En democracia, los cargos no se heredan; se ganan en unas elecciones”, dijo la ya famosa diputada, que tiene canciones propias y, en horas, miles de peticiones de dimisión. Al cabreo de los dañados se sumó otro despropósito, la justificación de la deslenguada, digamos temporal, y el apoyo a la ridícula excusa por algunos compañeros de Valencia, que es la tierra de las flores, de la luz y del amor. Pedir perdón, por grave que haya sido la ofensa, hubiera evitado que la fama, la mala fama, acompañe a la rubia de bote -igual que ocurre con su padre- a partir de ahora. Un conservador, polémico y enérgico, reconocía, en un vuelo compartido, que “un error de bulto necesita una excusa de igual volumen, para no dañar aún a la política que está en horas bajas”. Sabia reflexión y verdad meridiana, ya sea de Ulises o de su porquero, doña Andrea, residente en Madrid (en La Finca, tan de moda) y perceptora de dietas cada vez que acude a la Cámara Baja, según El Plural.com.