Barcelona revive la magia de los Juegos Olímpicos veinte años después

El exbaloncestista Juan Antonio San Epifanio "Epi" corre por la calle Ferran de Barcelona con la antorcha olímpica veinte años después de los Juegos Olímpicos que cambiaron la ciudad de Barcelona

EFE | Barcelona

Dos décadas después de aquella tarde de verano del 25 de julio de 1992, Barcelona ha revivido hoy la magia de los Juegos Olímpicos con una emocionante conmemoración que ha recorrido sus calles en forma de antorcha olímpica, de la mano de 38 deportistas y personalidades del mundo del deporte.

Nada se entiende en la Barcelona actual sin el rastro de una llama que nunca se ha apagado. Una huella imborrable que transformó física y mentalmente a una ciudad entonces menos conocida y más acomplejada, hasta abrirla al mundo con unos Juegos que la cambiaron a ella, al deporte español y al movimiento olímpico.

Esa llama incombustible ha vuelto a prenderse esta tarde de la mano de dos de los protagonistas de aquel día, el entonces alcalde Pasqual Maragall y el último relevista de la ceremonia inaugural, el exbaloncestista Jose Antonio San Epifanio ‘Epi’.

En el patio del Ayuntamiento de la capital catalana, Maragall ha encendido la misma antorcha que hace dos décadas recorrió 6.000 kilómetros por todo el mundo, y se la ha entregado a Epi, que ha sido recibido con una ovación a su salida a la Plaza San Jaime.

Aunque Epi debía entregar el relevo a la exnadadora de sincronizada Gemma Mengual en los primeros metros, la emoción le ha pasado una mala jugada e, impulsado por los centenares de ciudadanos que le vitoreaban, ha seguido corriendo hasta llegar a Las Ramblas.

Allí, por fin, Mengual ha podido tomar el relevo, aunque, como segunda nota curiosa, ha tenido que cambiar la antorcha por otra, ya que la primera se había apagado durante el trayecto inicial.

Solucionados los primeros problemas, la llama ha recorrido la urbe empujada por gente de todas las edades. Niños que entonces no habían nacido, mayores que nunca olvidarán aquellas dos semanas que deslumbraron al mundo y jóvenes con apenas un recuerdo difuso.

Uno de esos chicos, Marc Rocas, tenía dos años cuando la flecha de Antonio Rebollo recorrió la noche barcelonesa rumbo al pebetero. Este joven diseñador ha sido el encargado de crear la antorcha conmemorativa que a mitad de recorrido ha substituido a la original.

Tras Mengual, el exfutbolista Antoni Pinilla ha tomado el relevo, y así hasta 38 nombres como José María Van der Ploeg, Natàlia Via-Dufresne, Jordi Arrese, Enric Masip, Ferran Martínez, Nacho Solozábal, Elisabeth Maragall, Quico Fàbregas, Ramon Sala, Ignasi Escudé, Montse Esquerdo, Eugeni Asencio y Neus Álvarez.

También Eric Villalón, Mariona Hellin, Rosalía Lázaro, Miquel López, Xavier Díez, Josep Maria Casanovas, Alberto Montenegro, Xavier Bonastre, Cristina Cubero, Xevi Bardolet, Jesús Lluís Andreu, José Alberto Recuero, Luis Lucio, Marta Vilajosana, Carles Lerín, Jordi Font, Jaume Fort, Melcior Mauri, Javier Argudo, Sergi Pedrerol y Daniel Ballart.

Cinco kilómetros de relevos que han cruzado postales de la ciudad como la Plaza de Cataluña, Plaza Universidad y Avenida del Paralelo, hasta llegar a la Avenida del Estadio y terminar en el Museo Olímpico, donde una multitud aguardaba la llegada de la llama.

Ahí, el tricampeón olímpico Gervasio Deferr, el último relevista, ha prendido un pebetero simbólico ante el Museo, donde además se ha descubierto la escultura “El arquero”, de Rosa Serra, cuyo arco apunta al pebetero del Estadio Olímpico emplazado a pocos metros.

“Fueron unos Juegos emocionantes y únicos”, ha relatado Gemma Mengual, mientras que Epi ha confesado lo “entrañable y bonito” que ha sido volver a portar la antorcha. “Barcelona ha quedado marcada para siempre por el espíritu olímpico”, ha añadido.

Por su parte, el alcalde, Xavier Trias, ha recordado la relevancia de las figuras del fallecido presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch y, sobre todo, de Pasqual Maragall, máximos responsables de la llegada de aquellos Juegos.

“Barcelona supo transformarse sin perder su alma, su identidad. Fue la ciudad de todo el mundo. Veinte años después, aún somos referente en el mundo del deporte”, ha explicado, antes de concluir: “Debemos recuperar aquella moral colectiva para alcanzar nuevos retos. Debemos mantener viva la llama olímpica en todos nosotros para afrontar un futuro próspero y fructífero”.